Los sin papeles denuncian la xenofobia de Sarkozy

Público
01/03/1I

Colectivos de inmigrantes y grupos de sin papeles en huelga celebraron en toda Francia la primera jornada 24 horas sin nosotros, con el propósito deliberado de poner en evidencia las señales de xenofobia que muestra el actual Gobierno francés, así como las injusticias que genera su política restrictiva de permisos de residencia. Si bien la protesta se celebró entre sonrisas y a menudo en tono jocoso, resultaba difícil no ver tras las bromas la desesperación que empieza a cundir en ese colectivo.

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En Marsella, un grupo de mujeres inmigrantes jóvenes se paseó con pancartas en las figuraban los gastos corrientes en vivienda, electricidad y productos básicos, poniendo al lado el estrecho salario de inmigrantes con el que tienen que hacer frente a ese día a día. En París, uno de los grupos de sin papeles que están en huelga desde octubre pasado se permitió enseñar sus hojas de paga con las cotizaciones sociales que entregan cada mes al erario público, el mismo erario que les niega los permisos de residencia y de trabajo.

Pese a que la jornada tenía vocación europea, la movilización en Francia revistió un significado especial, porque el 1 de marzo es, desde hace cinco años, la fecha aniversario de un giro histórico. Se trata de la entrada en vigor del nuevo Código de Entrada y Residencia de los Extranjeros y del Derecho de Asilo (CESEDA), la primera ley que, en 2005, se atrevió a tocar globalmente las ordenanzas liberales y abiertas de 1945 sobre extranjería.
De la integración a la sospecha

Hasta ese 1 de marzo de 2005, Francia aún era el ejemplo de país integrador y de ciudadanía, donde nacionalidad, trabajo y residencia se regían por el derecho de suelo, y llevaban la marca inconfundible del Consejo Nacional de la Resistencia, el colectivo que había echado a los nazis con ayuda de españoles, armenios, judíos de orígen centroeuropeo y gente de todo el mundo.

A partir de 2005, el tono y la realidad cambiaron: la Francia ya entregada al sarkozysmo se convirtió en el país de la sospecha contra los inmigrantes, y en el país que decía a las claras y con leyes que tenía derecho a elegir a sus inmigrantes y a imponerles exigencias.

El colectivo organizador de la jornada denunció abiertamente la conexión entre sospecha contra los inmigrantes, legislación restrictiva y derivas verbales xenófobas del Gobierno Sarkozy. Así, citaron explícitamente, como detonante del movimiento que reclama "dignidad para todos, con papeles o sin papeles", el incidente protagonizado el verano pasado por el actual ministro de Interior, Brice Hortefeux. Dirigiéndose a un joven cuyo aspecto y nombre de pila denotaban que era de origen magrebí, el ministro dijo: "Cuando hay uno, no pasa nada. Los problemas empiezan cuando hay muchos".

Luego vendría el llamado Gran Debate sobre la Identidad Nacional, en el que algunos representantes del Gobierno se lucieron afirmando, por ejemplo: "lo que quiero es que el joven musulmán se busque un trabajo" o "cuando en Francia haya más mezquitas que catedrales, ya no será Francia".

Aunque la jornada logró demostrar que los inmigrantes siguen siendo tan imprescindibles para la sociedad francesa como lo eran antes de 2005, la movilización estuvo lejos de conseguir su objetivo de paralizar parte de la economía. La consigna de una jornada "sin trabajar y sin consumir" no surtió efecto. No obstante, los colectivos se dan cita para el año que viene, y un eslogan hasta ahora sólo coreado por los sin papeles en huelga ganó muchas gargantas: "¡Trabajamos aquí, vivimos aquí, nos quedamos aquí!"

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