Naomi Klein muestra cómo boicotear a Israel sin cortar el diálogo sobre Palestina

Cecilie Surasky
AlterNet
Traducido para Rebelión por S. Seguí
05/09/09

Pocas campañas sobre un tema de justicia global son más polarizadoras, incluso explosivas, que el intento de utilizar el boicot, la desinversión y las sanciones internacionales para presionar a Israel a fin de que ponga fin a la ocupación, tras 42 años, de los territorios palestinos.

Pregúntenle a Neve Gordon.

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Recientemente, Gordon, jefe del departamento de Ciencias Políticas en la Universidad Ben Gurión y veterano activista por la paz, publicó un desgarrador artículo de opinión en el diario Los Angeles Times, haciendo suyo el llamamiento palestino al boicot, la desinversión y las sanciones (BDS).

Después de oponerse inicialmente a esta táctica, se convenció de su utilidad y escribió que la presión externa "es la única manera de salvar a Israel de sí mismo."

Gordon estaba preparado para una reacción, pero no para la que ha sufrido en las últimas semanas: miembros del parlamento israelí, el Knesset, pidieron su inmediata destitución; el ministro de Educación calificó su artículo de repugnante; y la presidenta de su universidad lo puso a los pies de los caballos, cuando afirmó que invitaba a las personalidades académicas que tengan estos sentimientos a que se busquen un hogar académico y personal en otro lugar. Más tarde, dio a entender que las declaraciones de Gordon podrían constituir un acto de traición. Evidentemente, la estrategia del BDS, que fue parte de la llamada estrategia de Sudáfrica, traza una línea en la arena para muchos que creen que ejercer la presión económica sobre Israel es necesariamente antijudío.

Sin embargo, para sus precursores el BDS es una táctica no violenta que ha demostrado su validez y que puede presionar a Israel para que acate el derecho internacional y así lograr un impacto en un ámbito en que los esfuerzos de diversos gobiernos han fracasado miserablemente.

Aunque la sociedad civil palestina hizo el llamamiento al BDS en 2005, este movimiento tomó impulso tras el brutal ataque de Israel a Gaza el pasado diciembre y enero.

Ahora es innegable que sigue creciendo, especialmente en el mundo de la creación. Autores consagrados como John Berger, Eduardo Galeano y Adrienne Rich lo han apoyado, y los festivales de cine de Israel se enfrentan a una sucesión de boicots.

El anuncio reciente de que el Toronto International Film Festival va a dedicar una sección especial Ciudad a ciudad en honor de Tel Aviv amenaza con convertir el segundo festival de cine más importante del mundo (después del de Cannes) en sede de airadas protestas.

Una de las figuras de más alto perfil que ha apoyado la convocatoria del BDS es la escritora y activista canadiense Naomi Klein, que suele reunir multitudes y gran cobertura mediática, y altas ventas de sus libros en sus viajes de promoción de sus obras.

En el momento de publicar su ultimo superventas, The Shock Doctrine, en hebreo y árabe, Klein decidió que la situación política en Israel y Palestina exigía un enfoque radicalmente diferente.

En oposición a la ocupación de Israel, Naomi decidió no firmar un contrato de publicación tradicional, con sus anticipos y sus derechos de autor. En su lugar, donó el libro a Andalus, una editorial que trabaja activamente contra la ocupación. Es el único editor de Israel dedicado exclusivamente a la traducción de textos del árabe al hebreo, algo que su fundador Yael Lerer describe como "la política editorial entendida como un acto de resistencia".

Klein y Lerer también decidieron emprender una gira promocional que hiciese honor a la llamada de los palestinos en favor de un boicot cultural contra Israel, y que a la vez mostrase que el boicot no implica cortar la comunicación y el diálogo, tan necesarios.

Con estas premisas, Klein y Lerer aprovecharon la gira para llamar la atención sobre el boicot y la lucha palestina, y para provocar un diálogo interno, en Israel, sobre el boicot como modo de presionar a este país para que cumpla con el derecho internacional.

El mes pasado, en Tel Aviv, me senté con Klein y Lerer para preguntarles acerca de los objetivos, el significado y los detalles concretos de la aplicación de un boicot cultural, y también por qué Lerer, un judío israelí, está diciendo al mundo: "Por favor, boicotéenme."

He aquí algunos extractos de esa entrevista. - Cecilia Surasky

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Cecilie Surasky: ¿Qué es esta llamada al boicot, la desinversión y las sanciones? ¿Y, por qué la apoyan?

Naomi Klein: Boicot, desinversión y sanciones (BDS) es una táctica con un objetivo muy claro: obligar a Israel a cumplir con el derecho internacional.

La llamada al BDS la hizo en 2005 una serie extraordinariamente amplia de grupos palestinos de la sociedad civil, partidos políticos y sindicatos. Pero en realidad no comienza a ganar un perfil internacional hasta el ataque israelí contra el Líbano en el verano de 2006.

En plena guerra, el escritor John Berger, envió una carta, firmada por muchos artistas conocidos, en su mayoría europeos, declarando su apoyo a la estrategia de boicot. Cuando esta carta se conoció, yo estaba de lleno en la escritura de The Shock Doctrine, y tomé una decisión personal en el momento que salió el libro, de que no haría lo que había hecho con las traducciones al hebreo de mis dos libros anteriores, que fueron publicados por editoriales comerciales bastante tradicionales.

En cambio, pensé hacer lo que John Berger estaba pidiendo, que era encontrar una manera de publicar en hebreo que fuese un apoyo directo a los grupos que trabajan para poner fin a la ocupación. Así es como conocí a Yael, que no tiene nada que ver con el típico editor israelí, y que ha manifestado abiertamente su apoyo al BDS, a un alto costo profesional.

Surasky: Usted debe haber meditado bien esta idea de un boicot cultural. Muchos críticos dirían que cierra la comunicación en lugar de abrirla. ¿Qué le decidió a dar este paso?

Klein: Bueno, tiene que ver con el hecho de que el gobierno israelí utiliza abiertamente la cultura como herramienta militar. Aunque las autoridades israelíes creen que están ganando la guerra real por el territorio, también sienten que el país sufre porque casi todo lo que el mundo oye de la región en las noticias es sobre el conflicto: la militarización, la anarquía, la ocupación y Gaza.

Así que el Ministerio de Asuntos Exteriores puso en marcha una campaña llamada Israel, más allá del conflicto, que incluye el uso de la cultura –películas, libros, artes, turismo y academia– para crear todo tipo de alianzas entre los países occidentales y el Estado de Israel, y para promover la imagen de un país normal y feliz, en lugar de una potencia ocupante agresora. Por esto estamos siempre oyendo hablar de festivales de cine y ferias del libro con un énfasis especial sobre Israel.

Y así, aunque en general estoy totalmente de acuerdo en que la cultura es positiva –los libros son buenos, las películas son algo positivo y la comunicación es maravillosa– tenemos que entender que se trata de una estrategia estatal de cooptación, para hacer una brutal ocupación más aceptable.

Hay otras cosas que también entran en esta categoría: el Estado de Israel tiene una estrategia abierta de meter los derechos de gays y lesbianas y el feminismo en el conflicto, poniendo frente a frente el fundamentalismo de Hamás y el supuesto liberalismo ilustrado de Israel, como otra justificación para el castigo colectivo de los palestinos, obviando el poder y la intolerancia cada vez mayores de los judíos ultraortodoxos. Es una estrategia muy sofisticada.

Esto significa que tenemos que idear estrategias igualmente sofisticadas que defiendan los derechos humanos y la cultura, por una parte, pero que, por otra parte, rechacen todo intento de utilizar nuestro trabajo y nuestros valores para encubrir la fea realidad de la ocupación y la segregación.

Surasky: Usted ha hecho una gira muy distinta de cualquier otra, para la promoción de un libro. Yael Lerer y su editorial, Andalus, publicaron el libro en hebreo. Aparentemente, hay una contradicción inherente a venir a Israel y Palestina y hacer una gira de promoción a la vez que apoya un boicot. Sin embargo, han conseguido ustedes que funcionara. ¿Pueden explicarlo?

Yael Lerer: Andalus ha lidiado con esta contradicción desde el principio. Publicamos los escritores árabes que se oponen a la normalización de la ocupación, igual que nosotros. Siempre tratamos de hallar la manera de enfrentar estas contradicciones.

En realidad, esta es la primera vez que hemos hecho una gira de promoción, porque nuestro modo habitual de hacer frente a estas contradicciones es traducir libros, no celebrar fiestas. Nuestros escritores nunca vienen aquí. Así que aquí hemos tenido este desafío por primera vez.

Hemos hecho el gran lanzamiento de la edición en hebreo no en Tel Aviv sino en Haifa, en un teatro árabe, donde nuestros anfitriones no eran instituciones oficiales israelíes sino instituciones minoritarias palestinas. Como usted sabe, hay una minoría palestina de un 20 por ciento de la población de Israel.

Pero este evento no sólo iba dirigido a esta comunidad: invitamos también a los judíos israelíes a venir. Se podía leer en todas partes, en hebreo: Naomi Klein viene a Haifa, ven a escucharla.

Al mismo tiempo, ha sido importante celebrar los primeros actos relacionados con el Jerusalén Este y Ramallah, con la edición en árabe, y también que, antes de cualquier presentación del libro, Naomi participara en una manifestación en Belén contra el muro de separación.

Así que hablamos con el público israelí en los eventos y a través de los medios de comunicación israelíes. El libro está disponible en hebreo. Pero, al mismo tiempo, expresamos una fuerte posición contra la normalización. No actuamos como si la situación fuera del todo normal.

Klein: Esta es la cuestión: esto no es un boicot a los israelíes. Es un boicot al fingimiento de que todo es normal en Israel, porque es para esto para lo que invitan a los productores culturales.

Ha habido una enorme cantidad de declaraciones falsas acerca de la campaña de boicot, afirmando que se trata de un boicot a los israelíes, o a los judíos, o que es antisemita. Estamos tratando de aclarar estos conceptos erróneos con esta gira. Hay algunas reglas claras: no vamos a trabajar con una feria del libro patrocinada por el Estado, por ejemplo. He rechazado invitaciones para venir a Israel para hablar en festivales de cine patrocinados por el Estado israelí, y cosas así.

Si mi intención fuera boicotear a los israelíes, yo no estaría en Israel en interacción con los israelíes. Me hubiera quedado en casa.

Una de las cosas que estamos tratando de manifestar con esta gira es que para una extranjera como yo, sea cual sea la razón por la que decidas venir a Israel, estás haciendo una opción, estás colocándote al lado de una de las partes. Es posible pretender que no es así, pero esto sólo es posible por el éxito de Israel en hacer invisible el conflicto, dentro de una burbuja cuidadosamente construida.

En mi libro hay un largo capítulo sobre Israel y la construcción del Estado de Seguridad Nacional. Se analizan en detalle las empresas que fabrican el muro, las cercas metálicas y los puestos de control de alta tecnología que mantienen a los palestinos de los territorios ocupados en un estado de vigilancia constante.

La eficacia del sector de la seguridad nacional hace posible llegar a ciudades como Tel Aviv y estar casi completamente ajeno a lo que está sucediendo en Ramallah o en Gaza. Este Estado es como una comunidad cerrada gigante. Se ha perfeccionado el arte de construir una burbuja de seguridad, lo que es, en cierto sentido, su marca.

Es una marca que se vende a los judíos de la diáspora como yo. Nos dicen: "Podemos manteneros a salvo, podemos crear, en un mar de enemigos, una burbuja de seguridad para que disfrutes, tengas unas vacaciones de playa maravillosas, puedas ir a festivales de cine y ferias del libro, incluso en el momento en que nosotros bombardeamos de Gaza o convertimos Cisjordania en una cadena de minibantustanes, rodeados de muros y asentamientos en expansión, y de carreteras a las que los palestinos no tienen acceso."

Son las dos caras de una misma moneda: la burbuja de la normalidad, la brutalidad del confinamiento. Así pues, que no es un acto políticamente neutral participar de la burbuja.

Es muy importante que tenga lugar este diálogo, y por esto es tan importante para nosotros que se haya publicado el libro en hebreo, tanto para sacar esta información a la calle israelí como para desafiar a las personas que están tergiversando esta táctica como si fuera un boicot a los judíos o un boicot a los israelíes. No estamos haciendo nada de eso.

He donado mis derechos de autor a la editorial Andalus, es decir que no tengo ningún beneficio en esto. He escogido esta editorial porque es una editorial activista que mantiene una clara posición en contra de la ocupación.

Si el libro se vende bien, les ayudará a continuar su trabajo. La campaña de boicot no pide a la gente que no venga a Israel o a los Territorios Ocupados para compartir ideas y arte, pide que lo hagan en una actitud clara contra la ocupación y la discriminación.

Surasky: ¿Y cómo han reaccionado los medios de comunicación israelíes ante esta primera gira de oposición al boicot?

Klein: No muy bien. Una de las contradicciones que estamos enfrentando es que realmente queríamos provocar un debate en Israel, porque mientras el BDS se está discutiendo en Europa y Canadá, es casi invisible dentro de Israel; hay una auténtica censura en torno a esta cuestión.

Prácticamente, la única opinión que se oye es: "Oh, son sólo un montón de antisemitas; odian a los israelíes y a los judíos." Una opinión muy, muy distorsionada.

Así que nuestra idea era hacer más difícil este falseamiento, poner algunos datos sobre la mesa y decir: "Miren, hemos traducido este libro, y estoy aquí en Israel. Vamos a celebrar el diálogo y la comunicación que Israel supuestamente defiende con tanto ahínco."

Lo que estamos encontrando es mucho interés por parte de los israelíes, pero una gran resistencia de los medios de comunicación israelíes ante el mero hecho de abrir el debate tanto sobre el papel del sector de la seguridad en la presión contra la paz como sobre el posible papel de un movimiento de boicot en la creación de nuevos grupos de presión en favor de la paz.

Una vez manifestada mi posición clara a favor del boicot, en el diario Ha'aretz, muchos medios de comunicación se cerraron para nosotros, lo cual no dice mucho en favor de la amplitud del debate, pero no es en absoluto sorprendente tampoco.

Surasky: ¿Cuál es el objetivo de esta campaña? ¿Qué te gustaría que saliera de todo esto?

Klein: Se basa en la estrategia de Sudáfrica, que la lucha contra el apartheid en Sudáfrica utilizó con gran éxito en la década de 1980. Había boicot académico, boicot cultural y boicot de los consumidores.

Pero la palanca económica realmente fundamental fue la desinversión por parte de universidades y municipios en las empresas que hacían negocios con la Sudáfrica del apartheid. La campaña comenzó a ser demasiado costosa tanto para las empresas de Sudáfrica como para las transnacionales occidentales que tenían inversiones importantes en Sudáfrica.

Había también una situación un poco similar a la de Israel, en la que una minoría blanca, boer, que se consideraba parte de Europa, parte de Occidente. Y de repente comenzaron a no poder escuchar los conciertos americanos y europeos que deseaban, a no poder acoger las ferias del libro que querían, y todo esto no les gustó.

Así que ejercieron presión sobre su gobierno para pusiese fin a la situación, a pesar de que los sudafricanos blancos se tenían por muy virtuosos y les enfurecían los boicots y las sanciones.

La esperanza es que este tipo de dinámica funcione también aquí, dado que es tan importante para la propia imagen de Israel que el país sea visto como un miembro honorario de la Unión Europea o un adjunto de Estados Unidos.

Cuando escritores y artistas dejen de participar en la estrategia del gobierno israelí de utilizar la cultura para ocultar lo que hay del otro lado del muro de hormigón, los israelíes puede llegar a la conclusión de que dicho muro es una rémora y decidan acabar con él.

Lerer: Estoy completamente de acuerdo. Como ciudadano israelí, estimo necesario el boicot por dos razones.

En primer lugar, quiero que los israelíes sean más conscientes que todo no es normal. No significa nada que muchos israelíes que se consideran de izquierda digan: "Es horrible lo que está ocurriendo en Gaza y en Hebrón", mientras siguen con sus vidas como si tal cosa.

Estas personas van a los espectáculos y los conciertos, son las élites de este país. Son los periodistas que trabajan en los periódicos. Quiero conmoverlos, quiero sacudir estas personas y hacerles entender que no pueden continuar su vida normal cuando los palestinos de Qalqiliya [una ciudad de Cisjordania completamente rodeada por el muro de separación], a sólo 15 minutos de Tel Aviv, viven en una prisión.

La segunda razón por la que me interesa el boicot es porque he perdido la esperanza de crear el cambio desde dentro, que era lo que yo traté de hacer como activista durante muchos años.

Hace veinte años, nunca me hubiera imaginado esta situación de semiapartheid. Me preocupa el futuro en este lugar, me preocupan mis compatriotas israelíes. Tengo una gran familia aquí y muchos, muchos amigos.

Conozco a muchas personas que no tienen otro pasaporte y que no tienen otras opciones. Creo que la solución para este lugar, el único futuro posible, es la convivencia. Lamentablemente, en esta etapa, no veo cómo este futuro pueda alcanzarse sin la presión internacional.

Y creo que el boicot es una herramienta no violenta que ya ha demostrado que puede funcionar. Por eso pido: por favor, boicotéenme.

Klein: Yo también pienso que tenemos que ser muy claros: éste es un conflicto extraordinariamente asimétrico donde el Estado de Israel es el mayor boicoteador de todos: la economía de Gaza y Cisjordania ha sido totalmente destruida por el cierre fronterizo.

Además de cerrar las fronteras para que los productores en Gaza no puedan sacar sus frutas y verduras, más de 200 instalaciones industriales en Gaza fueron atacadas durante el ataque, a finales de diciembre y enero. Fue una destrucción sistemática de esa economía, para dar una lección a Gaza por haber votado por Hamás. Así que, el boicot ya está teniendo lugar.

Según entiendo el BDS, es una táctica a la que estamos recurriendo a causa de la impunidad israelí. Hay una absoluta falta de voluntad de aplicar el derecho internacional al Estado de Israel. Hamás ha cometido crímenes de guerra, pero hay una respuesta internacional a esos crímenes. Sin embargo, no hay respuesta a los crímenes de guerra israelíes, de una escala exponencialmente mayor.

Estábamos hace poco en Gaza. Lo que realmente me impresionó fue la sensación de choque entre tanta gente por el hecho de que después de los ataques de diciembre-enero, después de que cientos de niños fueran asesinados, la comunidad internacional no ha emprendido ninguna iniciativa para responsabilizar a Israel.

Es decir, se trataba de una muestra de total impunidad y desprecio por el derecho internacional, por las leyes de la guerra, que, por cierto, fueron creadas en respuesta directa a las atrocidades nazis de la Segunda Guerra Mundial. Y, sin embargo, no sólo no hay consecuencias para los crímenes, sino el asedio ilegal de Gaza sigue adelante.

Lo que manifiesta el BDS es que nuestros gobiernos han fracasado, las Naciones Unidas han fracasado, la llamada comunidad internacional es una broma. Tenemos que llenar este vacío.

Creo también que este movimiento puede hacer cambiar el juego de Estados Unidos. Recordemos que una gran parte del éxito de la lucha contra el apartheid en los años 80 se debió a la educación popular.

Una vez que se llegaba a la conclusión de que nuestra escuela, o nuestra ciudad, debe desinvertir en la Sudáfrica del apartheid, de inmediato se tenía que hacer campaña educativa, y explicar qué era el apartheid, y había que hacer exponer las razones de un modo convincente. Y la gente fue persuadida.

La llamada campaña palestina en favor del BDS podría desempeñar esta función de agitación en la actualidad, proporcionando a la gente algo concreto en torno a lo que organizarse en sus escuelas y comunidades.

Tanto si lo reconoce como si no, el Presidente Barack Obama necesita de la lucha palestina para ganar en popularidad entre los movimientos de base, como en su día significó la lucha de Sudáfrica. El presidente ha dado pasos muy pequeños para forjar un nuevo tipo de acuerdo con Israel, pero aún así está enfrentando una enorme presión de la derecha. Tiene que haber una presión contrapuesta sobre Obama que le diga: En realidad, usted no va lo suficientemente lejos. ¿Dice usted no a los nuevos asentamientos? ¿Y si dijéramos: no los asentamientos, punto?

Así que la única esperanza de que no se limite a su actual posición provisional, sino de que mejore la situación, es que haya un movimiento popular que sea muy claro en sus exigencias de que Israel acate el derecho internacional en todos los frentes, y eso es exactamente lo que es el BDS.

Surasky: ¿Cómo están respondiendo los israelíes de izquierda a la idea de un boicot?

Lerer: Algo sucedió en la última guerra de Gaza, en enero. Quinientos cuarenta israelíes, entre los cuales había destacados académicos, actores y cineastas, firmaron una petición solicitando la presión internacional sobre Israel.

Un párrafo de dicha petición afirmaba que sólo el boicot ayudó en el caso de Sudáfrica. Todavía no era una llamada directa al boicot, pero fue un paso muy importante. Ahora estamos formando un nuevo grupo de ciudadanos israelíes que apoya el llamamiento palestino al boicot, llamado Boicot desde dentro (BFM, Boycott From Within).

En 2005, tratamos de organizar un grupo de artistas en apoyo del llamamiento palestino al boicot académico y cultural, y fracasamos. La gente nos preguntaba: ¿Cómo podemos boicotearnos a nosotros mismos? Es muy difícil, es demasiado radical. Muchas de estas personas ya han firmado la petición de Gaza, y que se están uniendo a nuestro nuevo grupo Boicot desde dentro.

Ellos entendieron que no se trata de boicotearnos a nosotros mismos, sino de pedir a la comunidad internacional, a nuestros conciudadanos en todo el mundo que actúen: Por favor, ayúdennos con su boicot.

Surasky: Hablemos de ejemplos concretos de otras personas que estén apoyando esta convocatoria.

Klein: La mayoría de los artistas no conocen la llamada al BDS, a pesar de que viene de cientos de grupos palestinos. Estamos trabajando en un contexto en el que las voces palestinas son prácticamente inaudibles en Occidente.

Así pues, las personas vienen a Israel a recibir un premio, o a dar un concierto en Tel Aviv, no saben que básicamente están rompiendo un boicot. La mayoría no sabe ni siquiera que se ha hecho una llamada a la resistencia no violenta por un pueblo que, recordemos, han sido absolutamente vilipendiado por utilizar cualquier tipo de resistencia armada. Lo que intento decir es lo siguiente: si rechazamos la resistencia armada, y también rechazamos el boicot y las sanciones ¿qué queda?, ¿firmar peticiones en Internet?, ¿realmente creemos que esto va a terminar con la ocupación?

Pero sí, algunos cineastas políticamente activos han decidido no participar en festivales de cine israelíes patrocinados por Israel.

Ken Loach se retiró del Melbourne International Film Festival cuando supo que estaba patrocinado por el gobierno israelí. El director de cine canadiense John Greyson retiró una película, magnífica, llamada Fig Trees, del festival de cine gay y lésbico de este año en Tel Aviv.

Más recientemente, los Yes Men escribieron una carta muy atenta al Festival de Cine de Jerusalén, explicando por qué decidieron retirar del festival su nueva película, The Yes Men Save the World.

Y ahora se habla de la organización de un festival de cine pro BDS en Ramallah, una vez más para boicotear lo que se entiende por normalidad y a la vez llevar estas películas allí.

Surasky: Acabo de leer una crítica del BDS según la cual si no se pide el boicot de Corea del Norte, o de Estados Unidos por lo de Afganistán o Irak, entonces la llamada al boicot es antisemita. ¿Cómo se puede abordar esta crítica?

Klein: Yo también la he oído, pero yo no estoy llamando a un boicot de nadie. Estoy respetando un llamamiento a un boicot que han hecho cientos de grupos palestinos.

Creo en el principio de que las personas en circunstancias de opresión tienen derecho a la libre determinación. Eso está en el corazón de esta lucha. Esta es una táctica no violenta que ha sido elegida por una amplia gama de grupos de la sociedad civil.

Los iraquíes, por lo que yo sé, no han pedido un boicot contra Estados Unidos, aunque sería sin duda su derecho. Y sin embargo, algunas personas reaccionan como si yo, en cierto modo, hubiera pensado en mi habitación "A ver a quién boicoteamos hoy. Pito-pito-colorito…, Corea del Norte, Zimbabue, Birmania… ¡Israel!"

Una vez más, la única razón de esto pueda suceder es debido a que las voces palestinas están efectivamente marginadas en la prensa occidental.

Por cierto, la mayoría de los ejemplos que se sacan a relucir en estos debates son ejemplos en los que hay sanciones muy claras en contra de estos países. Así que no estamos tratándolos con la impunidad con que estamos tratando a Israel.

En este caso, se necesita un proyecto desde la base para estar presentes donde los gobiernos han renunciado completamente a su responsabilidad de ejercer presión en nombre del derecho internacional.

Lerer: Pero no sólo eso, los países citados no tienen festivales de cine y Madonna no va a dar un concierto en Corea del Norte.

El problema aquí es que la comunidad internacional trata a Israel como si fuera un estado occidental normal, europeo. Y esta es la base del llamamiento al boicot, la relación especial que tienen las universidades israelíes con universidades europeas y estadounidenses, que las universidades de Zimbabwe no tienen.

Estoy convencido de que Israel no podría continuar la ocupación ni un solo día sin el apoyo de los Estados Unidos y la Unión Europea. La comunidad occidental apoya la ocupación. Como Naomi estaba diciendo, no hacer nada es actuar.

Surasky: Algunos opinan que esto no va a ayudar, que los israelíes se consideran en estado de sitio, que los judíos están en estado de sitio, y que realmente la iniciativa va a hacer a los israelíes menos abiertos a la paz.

Klein: Es inevitable que, al menos en el corto plazo, va a alimentar este sentimiento de sitio en Israel.

Pero no es racional, porque en realidad, lo que estamos tratando es un contexto en el que Israel se ha visto recompensado. Si nos fijamos en estos años clave, desde la elección de Hamás, cuando el sitio de Gaza se hizo completamente brutal e ilegal sin lugar a dudas, el comercio con Israel de hecho ha aumentado sensiblemente. Se han puesto en marcha nuevos acuerdos especiales entre la Unión Europea e Israel, y también con América Latina. El año pasado, las exportaciones israelíes a Canadá aumentaron en un 45 por ciento.

A pesar de que Israel está siendo recompensado por este crimen y se está saliendo con la suya con una violencia extraordinaria, la sensación entre muchos israelíes de estar en estado de sitio está en aumento.

La pregunta es, ¿vamos a fomentar esta irracionalidad? Si es así significará que no hacemos nada, que entregamos voluntariamente las herramientas más efectivas del arsenal no violento.

Israel, a pesar de la abrumadora evidencia en contra, cree que el mundo entero está en contra suyo y que todas las críticas a que se enfrenta son formas de antisemitismo.

Esto es simplemente falso, y como activistas ya no podemos permitir que el complejo de víctima de un país enmascare la victimización real de la población palestina.

© 2009 Independent Media Institute.

Cecilie Surasky es vicedirectora de la organización Jewish Voice for Peace (Voz Judía por la Paz).

S. Seguí es miembro de Rebelión y Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística.

Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, al traductor y la fuente.

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