Que EEUU no sea una república bananera

Warren Buffett
The New York Times / Clarín
Traducción de Joaquín Ibarburu.
27/08/09

La emisión descontrolada de dólares hará que se desintegre el poder adquisitivo de la moneda. No es la mejor solución para frenar el déficit.

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Un aumento de la deuda federal como el que padecen hoy los Estados Unidos puede financiarse de tres maneras: tomando préstamos en el exterior, tomando préstamos de los propios ciudadanos o, mediante un proceso de rodeo, imprimiendo dinero. Analicemos las perspectivas.

El actual déficit de cuenta corriente -los dólares que imponemos al resto del mundo y que luego deben invertirse- será este año de unos 400.000 millones de dólares. Supongamos, en un panorama relativamente benigno, que los receptores -China encabeza la lista- dirigen todo eso a compras de deuda de los Estados Unidos. No importa que esa completa asignación a bonos del Tesoro no sea algo seguro: algunos países pueden decidir que comprar empresas, bienes raíces o acciones estadounidenses tiene más sentido que absorber bonos con denominación en dólares. En los últimos tiempos aumentaron los rumores en ese sentido.

Tomemos luego el segundo elemento del panorama posible: el préstamo de nuestros propios ciudadanos. Supongamos que los estadounidenses ahorran 500.000 millones de dólares, mucho más de lo que ahorraron recientemente, aunque tal vez sea coherente con el cambio de estado de ánimo nacional. Por último, supongamos que esos ciudadanos optan por poner la totalidad de sus ahorros en bonos del Tesoro de los Estados Unidos (en parte a través de intermediarios como bancos).

Incluso con esas premisas heroicas, el Tesoro se verá obligado a encontrar otros 900.000 millones de dólares para financiar el resto de la deuda de 1,8 billones de dólares que emite. Las prensas de Washington tendrán que trabajar horas extra.

Reducir su ritmo de trabajo exigirá una voluntad política extraordinaria. Dado que los gastos del gobierno son ahora del 185% de los ingresos, harán falta grandes cambios tanto en impuestos como en los gastos. Una economía resucitada no puede zanjar este tipo de brecha.

Los legisladores percibirán, y con razón, que subir los impuestos o reducir los gastos amenazará su reelección. Para evitarlo, pueden optar por un mayor nivel de inflación, lo cual nunca exige una votación y no puede atribuirse a un acto específico de funcionario electo alguno.

De hecho, John Maynard Keynes estableció hace mucho un mapa de ruta para la supervivencia política en medio de un desastre económico precisamente como este: "Mediante un persistente proceso inflacionario, los gobiernos pueden confiscar, de forma secreta y sin llamar la atención, una parte importante de la riqueza de sus ciudadanos. (...) El proceso compromete todas las fuerzas ocultas de la ley económica del lado de la destrucción, y lo hace de forma que ni siquiera una persona en un millón puede detectarlo."

Quiero hacer hincapié en que no hay nada malo ni destructivo en un aumento de la deuda que sea proporcional a un incremento del ingreso o los activos. A medida que aumentan los recursos de los individuos, las empresas y los países, cada uno puede manejar más deuda. Los Estados Unidos siguen siendo el país más próspero del mundo, y su capacidad de absorción de deuda crecerá en el futuro, tal como lo hizo en el pasado.

Pero fue un hombre sabio el que dijo: "Todo lo que quiero saber es dónde voy a morir para nunca ir a ese lugar." No queremos que nuestro país se convierta en la economía de república bananera que describió Keynes.

Nuestro problema inmediato es lograr que el país se ponga de pie y prospere, para lo cual sigue teniendo sentido hacer todo lo que haga falta. Una vez que se consiga la recuperación, sin embargo, el Congreso debe poner fin al aumento de la proporción de la deuda respecto del PBI y mantener el crecimiento de las obligaciones a tono con el crecimiento de los recursos.

La emisión descontrolada de carbono provocará la fusión de los icebergs. La emisión descontrolada de dólares sin duda hará que se desintegre el poder adquisitivo de la moneda. El destino del dólar depende del Congreso.

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(*) Gerente General del holding Berkshire Hataway
Copyright Clarín y The New York Times, 2009.

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