La crisis mundial impacta en Brasil: Bancos advierten "recesión técnica" en 2009
IAR Noticias
25/03/09
En una primera señal de que la crisis global ya impactó en el gigante económico del Cono Sur, la banca brasileña advirtió este martes sobre la posibilidad de una "recesión técnica" en 2009, a través de un informe de la Federación Brasileña de Bancos (Febraban) publicado el martes. El proceso recesivo impacta negativamente en la imagen de Lula y complica las chances de reelección del oficialismo.
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Según el economista jefe de la Febraban, Rubens Sardenberg, Brasil podría entrar en una "recesión técnica", si se dan dos trimestres seguidos de retracción económica, tras la contracción del 3,6 por ciento, en el período octubre-diciembre de 2008.
La Febraban presentó el martes a periodistas el informe que apuesta por un crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) brasileño del 3,2 por ciento en 2010.
La elaboración del informe se realizó sobre base de una encuesta con economistas de 33 bancos entre los días 19 y 20 de marzo.
En un informe publicado el miércoles pasado, el FMI pronosticó que los bancos en América Latina sufrirán pérdidas "significativas", al tiempo que la crisis se agravará con una contracción mundial de entre un 0,5 y un 1% este año, manteniéndose la restricción del crédito.
La entidad redujo sus previsiones de crecimiento por la interacción explosiva entre un sector financiero envuelto en la incertidumbre y una economía real en la que la confianza, el comercio y la producción se han derrumbado.
La semana pasada, las autoridades brasileñas revisaron a la baja su proyección de crecimiento de 3,5% para este año, pero siguen esperando una expansión de 2%, una cifra muy diferente a las estimaciones del sector privado. Los economistas encuestados por el banco central prevén una expansión apenas por encima de cero.
"Hay una política intencional de fijar expectativas positivas. No pienso que el propio gobierno crea en sus cifras", dice Ilan Goldfajn, profesor de economía de la Pontifícia Universidade Católica, de Rio de Janeiro.
En octubre del año pasado, el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, afirmó que cuando la crisis económica llegara a su país, no sería más que "una olita". La olita, no obstante, se convirtió en un enorme descenso en el cuarto trimestre en la mayor economía de América Latina.
Ahora, el comentario de Lula se está transformando en un potente símbolo de lo que los detractores, y algunos economistas, consideran el "exceso de optimismo del gobierno".
Brasil sufrió en febrero una caída de 24 por ciento en las importaciones respecto de enero, por una fuerte retracción de la actividad industrial que ya se proyecta como causal recesión económica.
Según José Augusto de Castro, vicepresidente de la Asociación Brasileña de Comercio Exterior, se redujeron sobre todo las importaciones de materias primas y bienes intermedios en sectores cuya producción depende de componentes extranjeros, tanto para el mercado interno como para las exportaciones, observó el vicepresidente de la Asociación Brasileña de Comercio Exterior.
De hecho, las exportaciones brasileñas de febrero fueron 25 por ciento menores que las de febrero del año pasado. El superávit de comercial de 1.767 millones de dólares se debió a una caída mayor de las importaciones, de 34,5 por ciento, respecto del mismo período.
Esa tendencia se debe en parte a la depreciación de la moneda nacional frente al dólar desde agosto, pero especialmente a la "caída del nivel de actividad del mercado interno", señaló De Castro a la agencia IPS.
La crisis financiera mundial golpeó a este país sudamericano a partir de octubre, primero por una brusca escasez de crédito y luego por el impacto en las exportaciones. Cayeron los precios de las materias primas que Brasil exporta, y poderosos sectores industriales, como la metalurgia, sufrieron a la vez baja de precios y de cantidades vendidas.
El producto interno bruto (PIB) cayó 3,6 por ciento entre el tercer y el cuarto trimestre de 2008, lo que representa una reducción de 15,2 por ciento en el índice anualizado que se usa en EEUU.
El derrumbe es similar al de algunos países asiáticos "emergentes", como Corea del Sur, Tailandia y Taiwán, cuyas economías, mucho más internacionalizadas, se preveían muy vulnerables a la crisis financiera global. En Brasil se esperaba un impacto moderado, por la menor dependencia relativa de las exportaciones y del crédito externo.
La industria sufrió el más duro golpe, retrocediendo 7,4 por ciento entre octubre y diciembre, en comparación con el trimestre anterior, mientras las inversiones cayeron 9,8 por ciento y, por primera vez en seis años, el consumo familiar se redujo en dos por ciento, indicando que el mercado interno tampoco sostiene la economía.
A los efectos de la depresión, que llegan a través del comercio y del crédito, aunque menos fuertes que en otros países, se sumaron una notable retracción del crédito interno y la "pasividad" del Banco Central brasileño, opinó Julio de Almeida, consultor del Instituto de Estudios para el Desarrollo Industrial, un organismo vinculado a las empresas del sector.
No solo el Banco Central, con su política monetaria que mantiene tasas de interés en los niveles más elevados del mundo, sino todo el sistema bancario nacional mostró su "conservadurismo", frenando bruscamente el crédito que venía expandiéndose 30 por ciento al año, observó Almeida, profesor de la Universidad de Campinas.
En los últimos años, Brasil ha sido uno de los mayores beneficiarios del dinámico crecimiento mundial del actual modelo capitalista globalizado (sin distribución social de la riqueza) exportando minerales, carne de res y soja a Europa y Asia. La popularidad de Lula también subió a medida que el país "creaba multimillonarios" y, al mismo tiempo, expandía los programas de "asistencia social" para los pobres.
Brasil se convirtió en el símbolo más emblemático del modelo de capitalismo "asistencialista" en América Latina, con bancos centrales atestados de dólares y sin distribución social de la riqueza, con pobreza y desocupación estructural, con contratos laborales basura, con subsidios al capitalismo para contener la inflación y los conflictos sindicales.
Como efecto del derrumbe globalizado, los países de América Latina se están acoplando al tsunami financiero-recesivo, mientras la baja del petróleo y las materias primas, agregada a la suba imparable del dólar, preanuncia una mayor agudización del proceso recesivo con baja del consumo y aumento de despidos en las empresas transnacionales.
Las tres primeras economías del continente, Brasil, México y Argentina ya presentan -según los números oficiales- señales inequívocas de un contagio de la crisis financiera global en sus principales índices y variables económicas.
Brasil, la primera economía de América Latina aún cuenta con US$200.000 millones en reservas y posee los recursos financieros para lanzar planes de estímulo "contracíclicos" como los de Estados Unidos y Europa, incluyendo préstamos baratos para las empresas.
No obstante su capacidad económica, el bajón económico golpeó inesperadamente a Brasil a fines del año pasado y causó una contracción anualizada de 13,6% del PIB, un descenso de la producción industrial de 18,6% en diciembre frente a igual mes del año anterior y la pérdida de más de 700.000 puestos de trabajo entre diciembre y febrero.
La economía brasileña vuelve así a presentar gran inestabilidad, extremando las oscilaciones, pero esta vez por motivos distintos de los de los años 90. Ahora es la "economía real" la más afectada, mientras las cuentas externas, el sector público y los bancos no fueron contaminados, al contrario de la recesión de la década pasada, comparó el economista Julio de Almeida.
El gobierno de Lula tardó en reconocer que el "asombroso crecimiento económico" podría haber llegado a su fin, o que al menos estaba comprometido la continuidad del ciclo de crecimiento.
Gran parte de los analistas ya prevén recesión para 2009, contradiciendo el optimismo del presidente Luiz Inácio Lula da Silva, que ha negado esa posibilidad, si bien admitió un crecimiento "cercano a cero por ciento".
Alberto Ramos, economista de Goldman Sachs, cree que el gobierno ha mantenido un tono positivo para evitar que el sector privado recorte empleos e inversiones, una estrategia que, según él, es improbable que funcione. "Pareciera que estamos observando dos realidades muy diferentes", aseveró.
Como efecto político inmediato, la desaceleración económica achica las chances electorales del Partido de los Trabajadores de Lula, que enfrenta una reelección el próximo año y ha apostado sus fichas a un gran gasto público y a las altas tasas de aprobación conseguidos durante seis años de buenas condiciones económicas.
La oposición ha detectado una oportunidad poco común para atacar al popular mandatario. "El presidente trató de contener la crisis con su boca, pero no funcionó", señaló el senador Sergio Guerra, presidente del partido opositor PSDB.
Encuestas de opinión pública divulgadas la semana pasada mostraron el primer descenso importante en dos años en las tasas de aprobación de Lula.
Los analistas atribuyeron los resultados -incluyendo la caída de 9 puntos porcentuales en la tasa de aprobación del gobierno brasileño, que bajó a 64% - al deterioro de la economía y la pérdida de empleos.
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