El informe de la CIA sobre torturas puede "empeorar la salud" del presidente Obama

Andrei Fediashin
RIA Novosti
02/09/09

El informe publicado en Estados Unidos sobre torturas en las denominadas "cárceles secretas" de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) posiblemente ha estropeado definitivamente las recientes vacaciones del presidente estadounidense, Barack Obama.

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Pienso que todo lo que tenga relación con el descubrimiento de asuntos turbios de los servicios secretos de EEUU debería de tener una etiqueta de advertencia: Precaución: ¡esta información pude perjudicar su salud!, porque la mayoría de las veces, así ocurre.

Y todo por que en EEUU cualquiera puede manipular estos asuntos de la forma que más le convenga.

Este tipo de escándalos lo aprovechan los demócratas, porque se consideran el sinónimo de la libertad, transparencia y legalidad. Pero también los republicanos, que consideran que criticar a los servicios secretos supone un golpe en la guerra contra el terrorismo, es decir, atentar contra la seguridad de los estadounidenses.

Y precisamente esto es lo que actualmente ocurre en EEUU. En sintonía con ese "tira y afloja" entre los partidos políticos, se mueve la sociedad estadounidense y en conjunto, todo el país.

Y no precisamente a favor del cuadragésimo cuarto presidente estadounidense. Así que para cuando Obama regrese de vacaciones de la isla de Martha´s Vineyard, frente a las costas de Boston, posiblemente lamentará la publicación del informe sobre las cosas feas que hizo la CIA.

La "obamo-manía" que contagió a un sector no muy grande y tampoco el más blanco de la población estadounidense ya está pasando, y también se desvanece la luna de miel tras su elección.

Volviendo al asunto del informe, es importante recordar que su publicación no fue una iniciativa de Obama. Ya en abril le reprocharon haber autorizado la publicación de al menos cuatro memorandos secretos de la CIA sobre torturas, donde se decía que algunos métodos de "interrogación de tercer grado", según la terminología de la CIA, permitieron a las autoridades obtener información muy importante.

Entonces, Obama declaró que prohibiría las torturas y restablecería la legalidad. Y a partir de allí, comenzaron a lloverle las criticas, y no sólo por parte de oficiales de alto rango de la CIA, sino también por parte de su actual director, Leon Panetta, nombrado en ese cargo por el propio Obama.

Los republicanos se arrojaron contra el presidente y faltó muy poco, para que lo acusaran de connivencia al terrorismo y de atacar los servicios secretos. Ya en verano, del escándalo ya no acordaba casi nadie, y ahora, todo comienza de nuevo con la publicación del informe.

Para empeorar las cosas, por encargo del antiguo vicepresidente Dick Cheney, a finales de agosto, debieron aparecer a luz pública documentos destinados a explicar cuál fue la información tan importante que obtuvieron los servicios secretos al practicar torturas.

Pero en esto este asunto, Obama no tuvo ninguna opción. Obama no ordenó investigar las actividades de la CIA. En el sentido estricto de la palabra, a Obama se le vino encima uno de los tantos asuntos pendientes que dejó el presidente saliente George W. Bush, porque fue precisamente Bush quién ordenó elaborar el dichoso informe sobre la CIA.

Ese informe lo hizo el ex inspector general de la CIA John Helgerson en 2004. Y todavía durante el mandato de Bush, fue declarado información confidencial debido a que su publicación podía perjudicar los esfuerzos en la lucha contra el terrorismo y menoscabar la seguridad nacional.

Pero la Unión para la defensa de las libertades civiles de EEUU (ACLU) apeló a un tribunal, y este último, ordenó la publicación del informe en correspondencia con la enmienda a la Constitución sobre la libertad de expresión y de prensa.

En sí, el informe no revela absolutamente nada especial o nuevo en relación a lo poco que se sabía o se sospechaba antes. Lo novedoso radica en que toda esa información quedó reconocida y consignada de forma oficial en un documento, como las torturas con agua en la que se simula ahogar al interrogado, amenazas de dispararle con pistolas, o herirlos con taladros eléctricos, promesas de asesinar a sus hijos o de cometer abusos sexuales en público contra la madre de uno de los arrestados.

Entre otras cosas, las torturas con agua (waterboarding) se practicaron en EEUU desde los tiempos de la guerra contra España, también en las cárceles de alta seguridad tipo Sing Sing hasta la década de los años 50 del siglo anterior, y oficialmente fueron autorizadas durante la guerra de Vietnam.

A partir de 2001, la CIA comenzó a utilizar estos métodos en sus centros clandestinos de detención ("blacksite"), denominados así porque se encuentran fuera del territorio estadounidense.

Probablemente, no es muy alto el número de los que saben que la CIA no tiene jurisdicción para practicar arrestos o internar civiles en prisiones en el territorio de EEUU, donde tampoco puede tener instalaciones penitenciarias bajo su control.

Por esa razón, los sospechosos de la CIA capturados, digamos, en Afganistán, Iraq o en algún otro país eran inmediatamente trasladados a cárceles improvisadas en otros países del exterior.

Debido a eso, en su tiempo estallaron los sonados escándalos sobre las "cárceles secretas" de la CIA en Polonia, Ucrania y los Balcanes. Otro detalle, interesante, es la cárcel en la base naval de Guantánamo, en Cuba, que se considera territorio de EEUU, está controlada por el Pentágono, otra entidad diferente a la CIA.

Amenazar a los sospechosos con su liquidación física es una acción ilegal en EEUU, pero ahora, el problema es otro.

Lo que actualmente pasa en EEUU en relación a las torturas en las cárceles clandestinas de la CIA, en mayor medida ilustra lo fácil que es tener problemas sobre todo en el período de lucha contra el terrorismo, que entre otras cosas, fue una lucha justa y necesaria en EEUU.

Todo lo que hizo Bush en Afganistán inmediatamente después del S-11, a lo mejor también lo hubiera hecho el mismo Obama. Y no pudo dejar de hacerlo. Abstenerse de tomar medidas extremas en situaciones como aquellas era lo mismo que renunciar a la silla presidencial. Fue mucho después cuando Afganistán e Iraq comenzaron a evolucionar en otra dirección.

Ahora se puede discutir todo lo que se quiera sobre la necesidad de respetar estrictamente la ley, o juzgar las barbaridades que se cometen en las cárceles de la CIA, pero también en necesario tener presente que los detenidos por los servicios secretos estadounidenses, incluida la CIA, no son un rebaño de corderitos.

Y es aquí cuando surge este dilema: ¿se puede luchar con eficacia contra el terrorismo con "guantes blancos", utilizando únicamente los recursos legales?

Cualquier agente u oficial de los servicios secretos del cualquier país del mundo responderá de forma negativa.

A propósito, según un sondeo realizado por el New York Times, la mayoría de los estadounidenses entrevistados considera que en los interrogatorios se pueden utilizar métodos ilegales si esto ayuda a salvar vidas humanas.

El Fiscal General de EEUU, Eric Holder, ya anunció que su entidad comenzará a investigar la legalidad de las actividades de la CIA en las cárceles clandestinas y, probablemente, a partir de los resultados de esa investigación, se iniciarán procesos penales contra algunos funcionarios de alto rango de la administración. Al respecto, se dice que Obama no quiere que las cosas lleguen hasta ese extremo.

Porque ya se ganó la antipatía de la mayor parte de los funcionarios de la CIA al nombrar como jefe de esa entidad a Panetta, de 71 años, ex congresista y director del aparato administrativo de la Casa Blanca durante la presidencia de Bill Clinton.

En los pasillos de la CIA se confiaba en que en la jefatura de esa entidad permanecería Michael Hayden o que su adjunto Steve Kappes, antiguo jefe de estación de la CIA en Moscú, sería nombrado el nuevo jefe, es decir, que la jefatura de la institución iba a quedar en manos de espías profesionales. Pero, en cambio, se designó a Panneta, un nombramiento netamente político.

En la CIA están muy disgustados por las acusaciones de haber utilizado las torturas y medios ilegales en los interrogatorios, y especialmente, el último informe desclasificado.

"Da la impresión que en lugar de una bolsa con dinero, ahora nos ofrecen una oreja de cerdo", declaró recientemente en un diario el antiguo oficial de la CIA Michael Scheuer, quien encabezó el grupo para la cacería de Osama Ben Laden.

Semejante tipo comentarios demuestra el ánimo general que impera en la CIA donde muchos funcionarios ahora temen que puedan ser procesados por hacer lo que antes autorizó la propia dirección política del país. Y muchos profesionales de la CIA consideran que sin métodos extremos no es posible luchar con eficacia contra el terrorismo.

La politización del debate sobre los métodos "buenos y malos" en la lucha contra el terrorismo es lo último que le falta a Obama que ya tiene problemas de sobra con la reforma de salud y la pérdida del apoyo en el Congreso.

Cada vez que se planteó este asunto en el pasado, automáticamente se convirtió en una pesadilla política para el presidente y para los demócratas.

En esta disputa siempre han ganado los republicanos porque para cualquier estadounidense, la legalidad con respecto a "chicos malos" es un anatema: el malo es malo y aquel que les hace reverencias, ya no es bueno del todo.

Y ahora, esto lo hace un presidente que no es muy blanco.

Por lo visto, después de sus recientes vacaciones, Obama tendrá problemas, y seguramente, serán muy, pero muy desagradables.

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