Grabada en el cuerpo: la realidad de la guerra

Chris Floyd
Empire Burlesque
Traducido para Rebelión por Sinfo Fernández
15/06/08

No cabe duda de que la guerra en Iraq es un asunto político tanto a nivel interno como internacional, y por eso es natural que gran parte de las discusiones en curso sobre la misma se centren en sus diversas ramificaciones políticas. Pero en esos acalorados debates sobre política, estrategia, financiación, etc., existe siempre el riesgo de perder de vista el más abrumadoramente importante aspecto del conflicto: sus efectos sobre los seres humanos que la están viviendo, el sufrimiento que causa a nuestro prójimo. La realidad de la guerra se graba en los cuerpos –abrasando las angustiadas psiques- de los individuos que la sufren. Eso es lo que es fundamentalmente la guerra, ahí es donde actualmente existe: en la sangre, en los huesos, en la sinapsis que conduce el fuego eléctrico de la conciencia humana.

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Nos llega hasta casa, y con toda su fuerza, un nuevo informe desde Faluya –la Guernica de la Guerra de Iraq-. Dos de los grandes testigos de esta guerra –Dahr Jamail y su colaborador Ali al-Fadhily- presentan pruebas desoladoras de cómo el uso de armas químicas contra el pueblo de Faluya durante la brutal aniquilación de la ciudad en 2004 continúa produciendo hoy frutos horrendos:

Los bebés nacidos en Faluya están mostrando enfermedades y deformidades a una escala jamás vista antes, según declaran sus doctores y habitantes. Los nuevos casos, y la cifra de muertes entre los niños, han aumentado después de la utilización de “armamento especial” en las dos campañas de bombardeos masivos contra Faluya del año 2004.

Después de negarlo todo al principio, el Pentágono admitió en noviembre de 2005 que se había utilizado fósforo blanco, un arma incendiaria prohibida, un año antes en Faluya. Además, fue también allí, en esa ciudad, donde con toda generosidad se utilizó munición con uranio empobrecido (DU, en sus siglas en inglés), conteniendo residuos radioactivos de bajo nivel. El Pentágono admite, hasta el momento, haber usado 1.200 toneladas de DU en Iraq.

Muchos doctores creen que el DU es la causa del grave incremento de las enfermedades cancerígenas en Iraq, así como también entre los veteranos estadounidenses que sirvieron en la Guerra del Golfo de 1991 y en la actual ocupación.

“Vimos todos los colores del arco iris saliendo de los misiles y proyectiles estadounidenses que explotaban”, dijo a IPS Ali Sarhan, un profesor de 50 años que vivió los dos asedios estadounidenses de 2004. “Vi cuerpos reducidos a huesos carbonizados justo después de verse afectados por las bombas; más tarde supimos que era fósforo. Lo más preocupante es que muchas de nuestras mujeres han abortado y algunas han tenido bebés nacidos con malformaciones”.

“Tuve dos niños que presentaban daños cerebrales de nacimiento”, dijo a IPS Haifa Shukur. “Mi marido fue detenido por los estadounidenses en noviembre de 2004 y desde entonces he tenido que llevar yo sola a los niños a hospitales y clínicas privadas. Murieron. Gasté todos mis ahorros y tuve que pedir prestada una suma considerable de dinero”.

Shukur dijo a los doctores que hablaron con ella le dijeron que fue el uso de armamento prohibido lo que había causado los daños cerebrales de sus niños y sus consiguientes muertes, “pero ninguno de ellos tuvo valor para darme un informe por escrito”.

“Hay muchos bebés nacidos con malformaciones congénitas graves”, dijo un pediatra a IPS, hablando bajo anonimato. “Entre ellas, defectos del corazón, labio o paladar leporino, síndrome de Down y defectos en los miembros”.

… El Hospital General de Faluya no estuvo dispuesto a facilitar estadísticas sobre los bebés nacidos con deformaciones, pero un doctor sí quiso hablar, bajo anonimato, por miedo a las represalias que podría enfrentar si aparecía criticando a la administración: “La exposición materna a las toxinas y material radioactivo puede provocar abortos espontáneos o hacer necesario que se provoque el aborto, partos de fetos muertos y malformaciones congénitas”, dijo el doctor a IPS. Ha habido muchos casos así y el gobierno “no ha hecho absolutamente nada para contener los daños u ofrecer ayuda de algún tipo al hospital. Estos casos necesitan de esfuerzos internacionales intensos que proporcionen las tecnologías más desarrolladas que aquí no vamos a tener ni en cien años”, añadió.

Ese es el destino actual en Faluya de los seres humanos. Detrás de todos los debates y comentarios, de las estupideces de los think tank, de las retóricas de campaña, de los estudios académicos y de los insulsos despotriques de las cabezas parlantes de televisión, esto es la guerra: una mujer joven deambulando a través de una ciudad en ruinas, llevando a sus niños destrozados y moribundos a hospitales que no disponen de nada, ni medicinas ni equipamiento. El destino de Haifa Shuker no es más que una continuación del ataque de 2004 sobre la ciudad, como apunté en su momento en una columna del Moscow Times:
“Uno de los primeros movimientos de toda esta espléndida fiesta de las armas fue la destrucción y captura de los centros médicos. Veinte doctores –y sus pacientes, incluidos mujeres y niños- fueron asesinados en un ataque aéreo contra una clínica importante, según informa el Servicio de Información de Naciones Unidas, mientras se asediaba el hospital principal de la ciudad en las primeras horas del ataque terrestre [*]. ¿Por qué? Porque estos lugares de curación podría ser utilizados como “centros de propaganda”, según dijeron al New York Times especialistas en “información bélica”. A diferencia del primer ataque contra Faluya de la primavera pasada, parece ser que no hubo ninguna grabación indecorosa de niños destrozados deshaciéndose en sangre por dentro hasta morir en las camas del hospital. En esta ocasión –excepto en un breve vídeo, mal montado y rápidamente enterrado de la NBC sobre el “único garbanzo negro” disparándole a un prisionero iraquí herido-, toda la información visual fue rigurosamente eliminada.

“Por eso, mientras los estadounidenses se entretenían contemplando historias de rudos “Hombres Malboro” triunfando contra Satán, toda una tropa de ingenieros le cortaba el agua y la electricidad a la ciudad, un flagrante crimen de guerra bajo las Convenciones de Ginebra, como indica CounterPunch, pero que constituyó una práctica habitual a lo largo toda la ocupación. Ni las fotos de helicópteros de conbate abatiendo a tiros a civiles que intentaban escapar a través del río Eufrates –incluida toda una familia de cinco miembros- entraron en las noticias de televisión, a pesar del relato testimonial de un periodista de AP. Ni las tiernas sensibilidades estadounidenses se vieron expuestas a la visión de los proyectiles de fósforo bañando a los combatientes enemigos –y a los civiles cercanos- con inagotable fuego químico que literalmente les fundía la piel, según informes del Washington Post. Ni vieron cómo estallaba el feto en el cuerpo de Artica Salim cuando su casa fue bombardeada durante los ataques destinados a “debilitar la resistencia” que rugieron implacablemente –y que pasaron desapercibidos- en los días del cierre de la campaña presidencial de George Bush, según informó el Scotland Sunday Herald”.

Empecé aquel artículo de 2004 con una cita de Italo Calvino, que para mí representa una de las mejores recopilaciones del horror, y de la esperanza, de nuestra condición humana:
“El infierno… es lo que existe aquí ya, el infierno que habitamos cada día, el que formamos estando juntos. Hay dos formas de escapar de él. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y convertirse en parte de él hasta el punto de dejar de verlo. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacer que dure, y darle espacio”.

N. de la T.:

Según ha informado recientemente Sky News (Lisa Holland, Global Research), las familias de Faluya han solicitado una investigación independiente sobre el aumento registrado en el número de nacidos con deformidades. Hikmat Twefiq, vicepresidente del grupo de derechos humanos Alajiyar, con sede en Faluya, manifestó que su grupo había recogido alrededor de 200 casos de bebés nacidos deformidades y que se sabía que en el Hospital Infantil de Faluya se habían producido uno o dos casos diarios durante el pasado mes. También se cuenta con el testimonio de un oftalmólogo a cuya consulta llegan semanalmente cuatro o cinco casos de recién nacidos con deformidades en los ojos, y el aumento se había producido en los últimos dos años. Asimismo, el enterrador del cementerio de Faluya, Mahmoud Hummadi, declaró que estaba enterrando de cuatro a cinco recién nacidos cada día y que la mayoría presentaban malformaciones.

Recogiendo todas estas informaciones, en Londres, una de las autoridades médicas más importantes del mundo en medicina fetal, el Profesor Kypros Nicolaides, ha ofrecido enviar a tres de sus expertos en obstetricia a Faluya. Y también la posibilidad de que los doctores de Faluya se desplacen a Londres para efectuar estudios especializados y apoyarles en su trabajo cuando regresen a Faluya. El Profesor Nicolaides manifestó estar muy impresionado por la información recibida y que era imprescindible, para poder ayudar a las familias afectadas, identificar antes del nacimiento las malformaciones y documentar la extensión exacta del problema.

[*] Sobre la metodología utilizada contra el ataque a Faluya, véase artículo de Carlos Varea: http://www.nodo50.org/iraq/2004-2005/analisis/varea_2-12-04_faluya.html

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