La independencia de Kosovo: ¿Y los refugiados?

Eduard de Vilar i Permanye
Rebelión
23/02/08

Si hay algo que nunca le desearía a nadie en la vida es ser refugiado. Verte con la vida truncada, envuelto en una situación de guerra, perderlo todo, incluidos familiares y amigos, dejar tu casa corriendo y, sobre todo, tener que soportar dejar de ser persona. Y es que cuando una persona agotada, malherida, sin ansia ni fuerzas a la que sólo le queda abrazarse a la nada, pasa a ser refugiado parece ser que deja de existir. Pasa a ser un número de tantos en una estadística, una boca a alimentar para una ONG, una foto fantástica para un periodista, o incluso la justificación para una decisión sobre la cual a él nunca le preguntarán. Es una vida en stand by, de lloros y rabia contenida; de refugio en refugio esperando poder un día volver a casa y reiniciar su vida.

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Estos días, con la independencia de Kosovo, se habla (hablamos) de legalidad, de geoestrategia, de los efectos en repúblicas y en regiones impronunciables que no sabríamos situar en los mapas (que me perdonen, si lo he escrito bien, los inghulsetios del sur), de Euskadi i Catalunya, de Tito y las guerras mundiales, de batallitas y monasterios, de OTAN sí y OTAN no, de supuestos oleoductos, de las mentiras de unos y otros. Pero como siempre, nadie habla de los efectos inmediatos en la población y sobre todo, en la población más débil: la refugiada. Pero bueno, al fin y al cabo, parece que para los que toman las decisiones ya no les consideran personas ni para las estadísticas.

Me encantaría poder apoyar la independencia de Kosovo. Pero desgraciadamente, muchos de los que hemos estado trabajando en Kosovo sabemos que Kosovo hoy no cumple ningún requisito ni económico, ni social que garantice una sociedad plural en la que todos sus habitantes convivan alegremente, y que, por mucho que su presidente invite a serbios y a otras minorías a volver, éstos a no ser que les motive el suicidio, no lo van a hacer. El sistema legal en Kosovo es inoperante y las condiciones de seguridad para que existan las condiciones mínimas que posibiliten el retorno son inexistentes. Sólo hay que consultar informes como los de Amnistía o incluso los propios de la UE estos últimos años para confirmar este hecho.

¿Y los refugiados que piensan? Lógicamente, solo pueden estar en contra. La única república independiente que les interesa es la de sus casas y con las ultimas decisiones parece que sus casas están ahora más lejos que nunca.

Y es que la situación de los refugiados de Kosovo es muy penosa. Por un lado, los refugiados albaneses no pueden volver al norte de Mitrovica; por otro, minorías como los Roma viven hacinados en campos de refugiados en Macedonia y Montenegro. Sin embargo, la peor condición es, por el elevado número de personas implicadas, esa minoría de casi 200.000 serbokosovares esparcidos como refugiados por Serbia, Montenegro y otros países, o que malviven encerradas en los ghettos dentro de Kosovo protegidos continuamente por tanquetas de la OTAN.

Los riesgos que ha provocado la independencia unilateral de Kosovo son muy graves para esta parte de la población. Hablamos de que parte de esas personas no van a poder volver a sus casas, o los que malviven en el propio Kosovo (la mayoría, gente mayor y niños) tendrán que volver a hacer las maletas para irse a no se donde, olvidando sus orígenes, simplemente porque alguien determinó por ellos que ser refugiado y minoría no tenía ningún valor.

Estos días hablaba con un amigo y me recriminaba mi exceso de optimismo hacia la propuesta serbia de conceder una autonomía amplia a Kosovo. Seguramente tenía razón, aunque yo, por mi parte, le recriminaba el exceso de confianza en la propuesta del gobierno albanokosovar de construir un Kosovo donde todas las minorías serán respetadas. Me cuesta entender esa necesidad imperiosa de reconocer automáticamente la independencia de Kosovo antes de que se haya demostrado su viabilidad. ¿Por qué no se espera el mundo a que los albanokosovares demuestren que son capaces de frenar a sus propios radicales y de construir un nuevo Kosovo para todos, tal y como afirman hacer? ¿Por qué no esperamos a que los refugiados, sean de donde sean, vuelvan a sus casas con todas las garantías y entonces decidimos? Por qué no la UE, en cambio de tutelar una independencia, no tutela la instauración de mecanismos que garanticen los Derechos Humanos para toda la población de Kosovo?

Es triste que los que apoyan la independencia, hablan de ésta como la única solución posible (en mi opinión, porque los mismos países que la apoyan quieren retirarse y no solventar los problemas que parte de ellos generaron con su mala gestión del territorio) o incluso algunos más “progresistas” hablan de que la independencia es la voluntad del 90% de los habitantes de Kosovo.

¿Los albanokosovares podrán ser el 90% de la población y podrán tener mucha voluntad en independizarse, pero qué sucede con el otro 10% de la población? ¿No tienen ningún derecho? ¿Acaso no han sido en otro momento víctimas igual que muchos albanokosovares lo fueron? ¿Así es cómo la comunidad internacional demuestra su promoción y salvaguarda de los derechos humanos de las minorías? Si la comunidad internacional fracasó en las negociaciones entre Serbia y los albanokosovares, por qué solo ha apoyado finalmente sólo a los albanokosovares? ¿Qué nos esconden? ¿Es este el modelo a seguir en la resolución de conflictos futuros? No vamos bien, entonces

Por lo tanto, es extremadamente precipitado, incongruente y muy peligroso el apoyo que muchos países van a mostrar al nuevo país. Los riesgos de que se avecine la tormenta son ahora muchos, y si la misión de la UE en Kosovo fracasa como lo ha hecho la de la ONU, en poco tiempo ese Kosovo independiente se convertirá en el modelo que no hay que seguir. Y bueno, si hay algunas miles de muertes más en la lista, ya se encargará algún político de turno de esconder el bulto.

Mientras tanto, me encantaría ver a Sarkozy, a Solana, a Bush o a Artur Mas exponer a los refugiados sus teorías sobre mayorías, y, de paso, que les expliquen que sus vidas no cuentan. O que Carod Rovira fuera a brindar con cava con ellos por la independencia de Kosovo, así al menos tendrían la oportunidad de festejar algo antes de volver a hacer las maletas y, bajo los efectos del alcohol , se olvidarían un poquito de sus lloros, su vida en el olvido y sus tristezas. A ver si se atreven. Desgraciadamente, ni eso va a suceder y a los refugiados, tengan que hacer maletas o no, solo les darán el derecho a cruzar los dedos, aunque las llagas que tienen de tanto cruzarlos no importen para nadie.

Eduard de Vilar i Permanyer fue cooperante en el Programa de Apoyo Sostenido al Retorno y a la Estabilización en los Balcanes con el MPDL.

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