Científicos tras el sexto sentido

la nacion
22/11/07
Por Gerald Traufetter
Der Spiegel
The New York Times Syndicate

Cada vez que los seres humanos reconocen una equivocación, una misteriosa onda de electricidad atraviesa el cerebro. Los investigadores creen que la señal podría predecir los accidentes y de paso explicar el sexto sentido.

...Siga leyendo esta noticia, haciendo click en el título...


Hace ocho años, la sonda espacial Mars Polar Lander de la NASA se perdió en Marte, junto a los 400 millones de dólares que había costado. Los dos gerentes a cargo del proyecto estaban convencidos de que serían despedidos. "Así enfrentamos en nuestra cultura los errores", dice Markus Ullsperger. Pero -cuenta Ullsperger- quedaron a disposición de un investigador sobre el cerebro del Max Planck Institute de Alemania. Desde el punto de vista de la neurosicología, era una excelente decisión. Los errores, está convencido Ullsperger, son una de las más valiosas fuentes del conocimiento.

Ullsperger se encuentra estudiando cómo el cerebro localiza y procesa sus errores. "Nuestro cerebro posee la fascinante habilidad de detectar los errores y, si éstos ya han ocurrido, de aprender a partir de la experiencia", explica.

La "negatividad relacionada con el error" (error-related negativity, ERN) es un concepto que ha cautivado al mundo científico. Se refiere a una ola de voltaje característica bajo el cráneo, que puede medirse cada vez que el cerebro detecte un error que se haya cometido. Especialmente sorprendente es el hecho de que la señal de la ERN ya comienza a parpadear antes que una persona se percate de su error.

De repente resulta claro por qué una persona, basada meramente en el instinto, a menudo puede evitar cometer un error. "Las experiencias del sistema de errores proveen precisamente ese conocimiento subconsciente en el cual está basada la intuición", explica Ullsperger.

El sistema de errores actúa de dos maneras. La primera, interviene en una forma correctiva cuando una persona ha cometido uno. Pero también posee capacidad de alerta. Cuando intuye que una acción podría no conducir a lo deseado, se traduce en un sentimiento vagamente inquietante.

Ullsperger y sus colegas investigadores planean averiguar exactamente cómo funciona esto, utilizando un escáner de resonancia magnética nuclear (nuclear magnetic resonance, NMR). Los sujetos de la investigación, tendidos en la cámara de la NMR, se someten a la tarea Eriksen-Flanker. En la prueba, hileras de letras, como SSHSS, SSSSS o HHSHH parpadean frente a los ojos del sujeto. Luego se les pide que aprieten el botón de la izquierda si la letra del medio es una S o el de la derecha si es una H.

No es tan fácil. Las letras a la derecha y a la izquierda de las letras principales confunden. Los sujetos corrigen con frecuencia sus respuestas unos instantes después. "Ellos se comportan como lo hacemos cuando nos equivocamos al hablar, nos percatamos y luego rápidamente corregimos", dice Ullsperger.

El método permite replicar la anatomía de la detección de errores. Lo que revela es que inmediatamente a continuación de la onda ERN, el cerebro deja abruptamente de producir dopamina. Esta señal neuroquímica es transferida al sistema límbico, en el cual se generan las emociones.

Los investigadores además han descubierto otro cordón nervioso involucrado en la detección de errores. Éste conduce a una sección profunda del córtex, la que luego distribuye ampliamente la señal en el córtex cerebral. "Esta cascada envía las siguientes señales a las posiciones ejecutivas: ¡Deténganse, algo está mal aquí! ", explica Ullsperger.

Obedecer a la voz interior

Ullsperger puede además demostrar que a los sujetos que han cometido un error en la prueba les toma más tiempo dar sus respuestas subsiguientes. "Las personas cambian su estrategia de toma de decisiones", dice. "Comienzan a aprender de sus errores".

Pero, ¿qué provoca la reducción en la producción de dopamina? ¿Qué provoca la cadena completa de señales? La explicación de Ullsperger es que cada vez que el cerebro decide realizar una acción específica, desarrolla simultáneamente una idea de las consecuencias esperadas. Si el resultado deseado ocurre, el cerebro se retribuye a sí mismo con la dopamina, la hormona del bienestar. Pero si sucede algo inesperado, la recompensa es retenida, una manera de autoinfligirse un castigo.

"Realmente es asombroso, pero el cerebro ejecuta difíciles cálculos en línea, es decir, constantemente, mientras se ocupa de muchas otras cosas al mismo tiempo", dice Richard Ridderinkhof, neurólogo de la Universidad de Ámsterdam. Él compara este proceso con las acciones de un chofer cuyo vehículo está cambiando de dirección. "Sin pensarlo demasiado, el piloto automático que está en la cabeza del chofer corrige la dirección de viaje del vehículo".

Ridderinkhof está convencido de que estos descubrimientos podrían proveer además información valiosa en el campo de la investigación de desastres, como los accidentes aéreos.

En muchos casos existe una delgada línea entre un desastre y la detección de un error. El mayor accidente de la aviación es un buen ejemplo. En 1977, dos aparatos -un KLM con un Pan American- colisionaron en el aeropuerto de Tenerife, cuando uno de los pilotos malinterpretó las instrucciones de la torre de control, que advertía otro avión en la pista. Al escuchar la grabación, Willem Schreuder, el ingeniero de vuelo del jumbo holandés, le preguntó al capitán: "¿Entonces ese avión de Pan American no ha despejado (la pista)?" Al parecer, una sensación de presentimiento había parpadeado en su conciencia. Pero el capitán hizo caso omiso y 583 personas pagaron el precio.

Crédito a la intuición

La voz interior del ingeniero podría haber evitado el desastre, pero fue incapaz de expresar claramente su presentimiento. "Deberíamos darle más crédito a la intuición", dice Ridderinkhof. Un experimento le hizo ver por qué. En él, una luz brillante aparecería periódicamente en un monitor, unas veces en el lado izquierdo de la pantalla y otras en el derecho. Ridderinkhof le pidió a los sujetos que dirigieran su mirada al lado en el que no aparecía la luz. Midió los movimientos de sus pupilas para ver si estaban siguiendo las instrucciones.

Ridderinkhof sabía que la curiosidad del cerebro es más grande como para ignorar la luz. De hecho, los sujetos siguieron cometiendo errores, pero después los corrigieron y mejoraron su desempeño. Como se esperaba, la típica onda ERN viajó por el córtex cerebral.

Pero más tarde, cuando se les preguntó, todos negaron haber cometido errores. En otras palabras, su conciencia no había sido informada de que el cerebro había reconocido y luego corregido los errores. Para Ridderinkhof, esto sugiere que una gran parte del procesamiento de errores ocurre en el subconsciente. Al igual que Ullsperger, también sospecha que ha encontrado esa voz interior que protege a la gente de los errores.

¿Podría ser que las personas indecisas simplemente le temen a cometer errores, mientras que las seguras tienen un sistema de alerta de errores débil en su materia gris?

Un cuadro similar surge en el otro extremo de la escala de decisión. Ingmar Franken, neurosicólogo de la Universidad Erasmus de Rotterdam, hizo que adictos a la cocaína que habían estado limpios por al menos un mes realizaran la prueba Eriksen-Flanker. "No fue sólo que a menudo tomaron la decisión incorrecta", dice Franken, "tampoco notaron sus errores y, lo que es más importante, no modificaron su estrategia".

Franken cree que esto podría explicar por qué los adictos a la cocaína son tan ciegos a las consecuencias negativas de su adicción.

0 comentarios: