Mi diario en la Flotilla a Gaza
Henning Mankell
The Daily Beast/Rebelión
16/05/10
A las 5 de la mañana estoy en la calle esperando el taxi que me llevará al aeropuerto de Niza. Es la primera vez en años que E. y yo hemos tenido algo de tiempo para compartir. En un principio pensamos que podría ser [la espera para el viaje] de dos semanas. Resultó ser de cinco días, ya que el “Barco a Gaza” parece estar listo para partir hacia Chipre para unirse, según lo previsto, al resto de los barcos.
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Nuestro objetivo se puede leer ya desde el punto de partida, pienso mientras espero al taxi. Siguiendo las instrucciones, he limitado mi equipaje a una mochila con un peso no superior a 10 Kg. El “Barco a Gaza” tiene un objetivo claro y bien definido: romper el bloqueo ilegal que Israel está imponiendo a la Franja de Gaza. Después de la guerra de hace un año, la vida se ha vuelto más y más insoportable para todos los palestinos que viven allí. Hay una escasez enorme de los suministros básicos para vivir de un modo digno.
Pero el objetivo del viaje es, por supuesto, mucho más explícito que eso. Hechos y no palabras, pienso. Es fácil apoyar, defender u oponerse a esto, aquello y lo otro. Pero la acción sólo puede proporcionar el valor de lo que se dice. Los palestinos que han sido forzados por los israelíes a vivir en la miseria tienen que saber que no están solos, que no se les ha olvidado. Hay que recordar al mundo su existencia. Y podemos hacerlo mediante la carga que llevan los otros buques: medicamentos, plantas de desalinización de agua potable, cemento.
Llega el taxi y nos encaminamos al aeropuerto. Recuerdo que la primera anotación la hice en el taxi. No recuerdo las palabras exactas, pero me siento desconcertado por la sensación de no haber pensado que se trata de un proyecto tan odiado por los israelíes que bien podrían tratar de detener el convoy por medios violentos.
En el momento de llegar al aeropuerto el pensamiento se ha ido. En este punto, también, el proyecto está muy claramente definido. Tenemos que usar tácticas no violentas, no hay armas, ni intención de enfrentamiento físico. Si nos abordan, debería pasar de una manera que no ponga en peligro nuestras vidas.
29 de mayo. Nicosia (Chipre)
Después de días de espera, alrededor de las 5 de la tarde las autoridades del puerto por fin nos dan permiso para acceder a un barco llamado “Desafío”, que nos llevará, a una velocidad de 15 nudos, hasta el punto de encuentro para trasladarnos al buque de carga “Sofía”. Ya hay un montón de personas en el “Desafío”, observando y esperando. Parecen un poco decepcionados porque sólo somos tres: el miembro del parlamento sueco K, la doctora sueca S. y yo. Habían estado esperando a unos activistas irlandeses que abandonaron la idea así, de pronto, y retornaron a casa. Subimos a bordo, saludamos y pronto aprendimos las reglas que se aplican aquí. Es muy estrecho, bolsas de plástico llenas de zapatos en todas partes, pero el ambiente es bueno, tranquilo. Todos los signos de interrogación parecen haberse resuelto ahora. A las 17’00 los dos motores diesel inician un estruendo de muerte. Finalmente estamos en marcha. 30 de mayo. En el mar, al sureste de Chipre. 8 de la mañana. El mar está tranquilo. Nos estamos acercando al buque más grande de la flotilla. Es un ferry de pasajeros, la “reina” de los barcos del convoy. Hay cientos de personas a bordo. Ha habido mucha discusión sobre la probabilidad de que los israelíes centren sus esfuerzos en esta nave en particular.
¿Qué esfuerzos? Es algo con lo que hemos estado elucubrando desde el inicio del proyecto. Nada puede saberse con certeza. ¿La marina israelí hundirá los barcos? ¿O los va a rechazar con algún otro tipo de fuerza? ¿Se ha iniciado una posibilidad de solución razonable para que pasen los barcos, permitiendo a Israel reparar su reputación manchada en el mundo, aunque sea un poco? Nadie lo sabe. Pero parece más probable que nos veamos, en la frontera con las aguas territoriales de Israel, enfrentados a la amenaza de los altavoces de los buques de guerra. Si no paramos, probablemente disparen contra las hélices o timones para, a continuación, arrastrarnos a alguna parte para su reparación.
1 de la tarde
Los tres nos hemos trasladado al “Sofía” por una escalera de cuerda. Es un buque de carga viejo, con un montón de óxido y una tripulación afectuosa. Calculo que somos unas 25 personas en total. El cargamento incluye cemento, barras de refuerzo y casas prefabricadas de madera. Me echan una mano para compartir con el parlamentario, a quien puedo ver después de los largos días en Nicosia cada vez más como un viejo amigo. Vemos que no tiene [el barco] luz eléctrica. Vamos a tener que ponernos al día con la lectura en otro momento.
4 de la tarde
El convoy se ha reunido. Nos dirigimos hacia Gaza.
6 de la tarde
Nos reunimos en el área de comedor, improvisado entre las escotillas de carga y la superestructura del barco. El griego de pelo gris que es responsable de la seguridad y la organización a bordo, además de los aspectos náuticos, habla en voz baja e inmediatamente inspira confianza. Palabras como "espera" y "vigilancia" ya no existen. Ahora nos estamos acercando. La única pregunta es: ¿Qué estamos acercando a qué? Nadie sabe lo que van a hacer los israelíes. Sólo sabemos que sus declaraciones han sido amenazadoras, anunciando que el convoy será rechazado por todos los medios a su disposición. Pero ¿qué significa eso? ¿Torpedos? ¿Soldados bajando desde helicópteros? No podemos saberlo. Pero la violencia no se responderá con la violencia por nuestra parte. Sólo elemental defensa propia. Podemos, en cambio, hacer las cosas más difíciles para nuestros atacantes. El alambre de púas se va a poner en toda la borda del buque. Además todos estamos acostumbrados a usar chalecos salvavidas, habrá puestos de observación y se nos dirá dónde reunirnos si los soldados extranjeros vienen a bordo. Nuestro último bastión será el puente.
Entonces comemos. El cocinero es de Egipto, y sufre con una pierna mala. Pero los alimentos son de un gran cocinero.
31 de mayo. Medianoche.
Hago mi turno de guardia desde medianoche a las tres de la madrugada. La luna sigue siendo grande, aunque a veces es oscurecida por las nubes. El mar está en calma. Hay brillo de las luces de navegación. Las tres horas pasan rápidamente. Me he dado cuenta de que estoy cansado cuando alguien toma mi puesto. Todavía hay un largo camino por recorrer hasta llegar al límite territorial que los israelíes legítimamente podrían defender. Debo tratar de dormir aunque sea unas pocas horas.
Bebo un té, converso un rato con un miembro griego de la tripulación, en un inglés muy pobre, pero insiste en saber de qué tratan mis libros. Son casi las 4 de la madrugada cuando me puedo acostar.
4’30 de la madrugada
Acabo de dormirme cuando me despierto de nuevo. En la cubierta veo que el ferry grande está iluminado. De pronto se oye el sonido de disparos. Así que ahora ya sabemos que Israel ha optado por la vía del enfrentamiento brutal. En aguas internacionales.
Transcurre una hora para ver a los botes de goma negros, muy veloces, llenos de soldados enmascarados y comenzar a abordarnos. Nos reunimos en el puente. Los soldados son impacientes y quieren que desalojemos la cubierta. Alguien va demasiado despacio y le disparan una descarga [eléctrica] en el brazo. Cae. Otro hombre que no se mueve lo suficientemente rápido recibe una pelota de goma. Pienso: estoy viendo esto a mi lado. Es una realidad absoluta. Personas que no han hecho nada tratadas como animales, castigadas por su lentitud.
Nos agrupan en la cubierta. Allí permanecemos durante 11 horas, hasta los muelles de Israel. De vez en cuando nos filman, aunque los soldados no tienen derecho a ello. Cuando tomo algunas notas, un soldado se acerca y pregunta qué estoy escribiendo. Es la única vez que pierdo los estribos y le digo que no es asunto suyo. Sólo puedo ver sus ojos, no sé lo que piensa. Pero se vuelve y se va.
Once horas sin poder movernos, asados de calor. Si queremos ir a orinar, tenemos que pedir permiso. La comida que nos dan es galletas, bizcochos y manzanas. No estamos autorizados a hacer café, a pesar de que podríamos hacerlo en un lugar donde estamos sentados. Tomamos una decisión colectiva: no preguntar si se pueden cocinar los alimentos. Luego nos filmarían y lo presentarían como muestra de la generosidad con la que los soldados nos habían tratado. Nos apegamos a las galletas y bizcochos. Es una humillación sin comparación. (Mientras tanto, los soldados que están fuera de servicio han arrastrado colchones de los camarotes y están durmiendo en la parte posterior de la cubierta.)
Así que en esas 11 horas, tengo tiempo de hacer balance. Nos han atacado en aguas internacionales. Eso significa que los israelíes se han portado como los piratas, no son mejor que los que operan en la costa de Somalia. En el momento en que empiezan a dirigir la nave hacia Israel, también nos han secuestrado. Toda la acción es ilegal.
Tratamos de hablar entre nosotros, elucubrar sobre lo que puede ocurrir y nos preguntamos cómo es posible que los israelíes opten por una acción que no les deja ninguna salida. Los soldados nos miran. Algunos pretenden que no entienden Inglés. Pero todos lo hacen. Hay un par de niñas entre los soldados. Se ven las más avergonzadas. Quizás sean del tipo de personas que se escapan a Goa y caen en la adicción a las drogas una vez han terminado su servicio militar. Sucede todo el tiempo.
6 de la tarde
Un muelle en algún lugar de Israel. Yo no sé dónde. Nos llevan a tierra y nos obligan a caminar entre dos filas de soldados mientras la televisión militar nos filma. De repente se me ocurre que se trata de algo que nunca les perdonaré. En ese momento, no son para mí más que unos cerdos y unos bastardos.
Nos dividen y nadie está autorizado a hablar con nadie más. De repente, un hombre del ministerio israelí de Relaciones Exteriores aparece a mi lado. Me doy cuenta que está ahí para asegurarse de que no me traten con demasiada dureza. Yo soy, después de todo, conocido como escritor en Israel. Me han traducido al hebreo. Pregunta si necesito algo. "Mi libertad y la de todos los demás", le digo.
No contesta. Le pido que se vaya. Da un paso atrás. Pero se queda.
Como es lógico, no confieso nada y me dice que me van a deportar. El hombre que me lo dice añade que le gustan mis libros. Eso me hace considerar la posibilidad de evitar que mis libros se vuelvan a traducir al hebreo. Es algo que aún tengo que madurar.
La agitación y el caos reinan en este centro de acogida para "los solicitantes de asilo". Cada rato tiran a alguien al suelo, le atan y le esposan. Creo que nadie me cree cuando digo esto. Pero hay muchos ojos que lo vieron. Mucha gente se verá obligada a admitir que estoy diciendo la verdad. Hay muchos de nosotros que podemos dar testimonio.
Un solo ejemplo es suficiente. Justo a mi lado, un hombre que se niega a que le tomen sus huellas digitales. Acepta que le fotografíen, pero ¿las huellas dactilares? Considera que no ha hecho nada malo. Se resiste. Y lo golpean hasta tirarlo al suelo. Lo arrastran. Yo no sé adónde. ¿Qué palabra puedo usar? ¿Repugnantes? ¿Inhumanos? Hay muchas donde escoger.
11 de la noche
A nosotros, el parlamentario, la médica y a mí, nos llevan a una prisión para aquéllos a quienes se niega el derecho de entrada. Allí nos separan. Nos lanzan unos pocos bocadillos que saben a trapos viejos. Es una noche larga. Puedo utilizar mis zapatillas deportivas como almohada.
1 de junio. Por la tarde.
Sin ningun aviso, nos llevan al parlamentario y a mí un avión de Lufthansa. Nos van a deportar. Nos negamos a ir hasta que no sepamos lo que le está sucediendo a S. Una vez nos hemos asegurado de que ella también está en camino, dejamos nuestra celda. A bordo del avión, la azafata me da un par de calcetines. Uno de los comandos que atacaron el barco me los robó.
El mito del soldado israelí valiente y completamente infalible se hace añicos. Ahora podemos añadir: son ladrones comunes. Porque yo no era el único a quien robaron el dinero, la tarjeta de crédito, ropa, un reproductor de MP3, ordenador portátil, y lo mismo pasó con muchos otros en el mismo barco que yo, que fue atacado temprano en la mañana por soldados israelíes enmascarados, o piratas disfrazados.
Al final de la tarde estamos de vuelta en Suecia. Puedo hablar con algunos periodistas. Entonces me siento un rato en la oscuridad fuera de la casa donde vivo. E. no dice mucho. Al día siguiente, 2 de junio, escucho el [canto del] mirlo. Una canción para los que murieron.
Ahora lo que tenemos que hacer es no perder de vista el objetivo, que es levantar el brutal bloqueo de Gaza. Lo lograremos.
Más allá de ese objetivo, los demás están esperando. La demolición de un sistema de apartheid lleva su tiempo. Pero no una eternidad.
Los libros de Henning Mankell se han publicado en 33 países y permanentemente están en la lista de bestsellers en Europa, recibiendo premios literarios, y se han hecho adaptaciones de ellos para el cine y la televisión. También ha publicado muchas novelas para niños, adolescentes y adultos. Es uno de los dramaturgos más populares de Suecia. Nacido en 1948 y se crió en la localidad sueca de Sveg. En la actualidad divide su tiempo entre Suecia y Maputo, Mozambique, donde trabaja como director en el Teatro Avenida.
Traducido para el CEPRID (www.nodo50.org/ceprid) por María Valdés
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