México: La barbarie civilizada
Carlos Fazio
La Jornada
28/12/09
Frente a la masificación de la barbarie y el uso mediático del horror como espectáculo, conviene rescatar el carácter central del montaje de Estado en torno a la ejecución sumaria de Arturo Beltrán Leyva y la manipulación y profanación del cuerpo del presunto delincuente, exhibido como trofeo de guerra en la posterior difusión visual propagandística del régimen. No hubo en ello ningún paso en falso.
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El obispo de Saltillo, monseñor Raúl Vera, definió el operativo del comando de elite de la infantería de marina que intervino en la acción en una zona residencial de Cuernavaca, Morelos, como una “ejecución extrajudicial”, un “asesinato”. Desde Copenhague, en la legalización triunfalista del hecho, Felipe Calderón lo presentó como “un logro muy importante para el pueblo y el gobierno de México”. El sicoanalista Alberto Sladogna se refirió al tratamiento de la muerte de Beltrán Leyva como una acción de la “barbarie civilizada” regida por el criterio de “eficacia”, como en la Alemania nazi.
Conviene dejar apuntado que en julio-agosto de 2007, 45 comandos de la Armada mexicana participaron en ejercicios bélicos de “alta intensidad” en la Escuela de Fuerzas Especiales de Fort Bragg, Carolina del Norte, donde tiene su sede el Centro de Operaciones Sicológicas del Pentágono; el curso fue identificado con el código NMX2007NT001W.
Como antecedente cabe recordar también que a comienzos de los años 60, en Fort Bragg, de la mano de los ideólogos de la escuela francesa Roger Trinquier y Paul-Alain Léger, Estados Unidos adoptó las técnicas de la “guerra moderna” (la guerra sucia antisubversiva aplicada por el ejército galo en Argel), que luego pusieron en práctica tropas aerotransportadas del Pentágono (boinas verdes) en la Operación Fénix, en Vietnam. Después, desde la Escuela de las Américas y otros centros de adoctrinamiento castrense, Washington fomentaría los escuadrones de la muerte y los grupos paramilitares e introduciría la doctrina contrarrevolucionaria en las fuerzas armadas latinoamericanas.
El modelo hemisférico más acabado sería la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), de Argentina, cuyo GT 3.3.2 –código dado al grupo de tarea de los marinos argentinos– se especializaría en el secuestro, la tortura y la eliminación física de los “enemigos de la patria”.
Incluir el terror político en una dialéctica entre la razón y la locura atañe a la humanidad entera. Dice Marcelo N. Viñar que las fronteras entre sinrazón y simbolización no son individuales ni victimológicas, sino societarias. Así como la tortura moderna no es una enfermedad del torturado, sino un mal endémico de la civilización, que crece y se expande con el progreso, como cualquier tecnología perfectible y robotizable, como cualquier industria, la teatralización del triunfo sobre Beltrán Leyva –la víctima como espectáculo mediante la divulgación de fotos con el cadáver semidesnudo, los pantalones abajo y decorado con billetes ensangrentados, amuletos y joyas– no es un barbarismo retardatario y salvaje (la “semiótica bárbara” o la devoción al “culto paramesiánico”, diría Monsiváis), sino una necesidad del poder en la sociedad mexicana actual, su reverso abyecto, pero necesario.
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