Biólogos y Filósofos Debaten Sobre el Origen de la Moral
©new york times 20 de marzo de 2007
©traducción mQh 1 de abril de 2007
Algunos animales son asombrosamente sensibles a las dificultades de los otros. Los chimpancés, que no pueden nadar, se han ahogado en fosos de zoológico tratando de salvar a otros. Teniendo la posibilidad de obtener alimentos jalando de una cadena que también provoca una descarga eléctrica a un compañero, los macacos preferirán dejar de comer durante varios días.
Los biólogos alegan que estas y otras conductas sociales son precursoras de la moral humana. Creen además que si la moral surgió de normas de conducta modeladas por la evolución, es asunto de los biólogos, no de filósofos ni de teólogos, determinar cuáles son esas reglas.
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Los filósofos morales no se toman muy en serio el intento de los biólogos de anexarse su materia, pero encuentran bastante de interés en lo que dicen los biólogos y han empezado un diálogo académico con ellos.
El llamado a las armas fue lanzado por el biólogo Edward O. Wilson hace más de treinta años, cuando sugirió en su libro de 1975, ‘Sociobiología' que "ha llegado el momento de rescatar la ética de manos de los filósofos para biologizarla". Puede haberse equivocado en cuanto al tiempo, pero en las décadas de intervalo los biólogos han hecho considerables progresos.
El año pasado, Marc Hauser, un biólogo evolucionario de Harvard, propuso en su libro ‘Mentes morales' [Moral Minds], que el cerebro tiene un mecanismo configurado genéticamente para la adquisición de reglas morales, una gramática moral universal similar a la maquinaria neuronal para el aprendizaje de la lengua. En otro libro reciente, ‘Primates y filósofos' [Primates and Philosophers], el primatólogo Frans de Waal defiende contra los filósofos su opinión de que las raíces de la moral se pueden observar en la conducta social de monos y primates.
El doctor De Waal, que es director del Living Links Center de la Universidad de Emory, sostiene que todos los animales sociales han tenido que constreñir o alterar su conducta de varios modos para que valiese la pena vivir en grupo. Estos límites, evidentes en los monos e incluso más en los chimpancés, son también parte del legado humano, y en su opinión forman el conjunto de conductas que han moldeado la moral humana.
Muchos filósofos encuentran difícil pensar en los animales como seres morales, y en realidad De Waal no sostiene que siquiera los chimpancés posean una moral. Pero sí sostiene que la moral humana sería imposible sin ciertas bases emocionales que se encuentran claramente en operación en las sociedades de chimpancés y de monos.
Los puntos de vista de De Waal se basan en años de observación de primates no humanos, que empezaron en los años sesenta con sus trabajos sobre la agresión. Se dio cuenta de que después de una pelea entre dos rivales, otros chimpancés consolaban al perdedor. Pero lo distrajeron sus peleas con los psicólogos sobre la imputación de estados emocionales a los animales, y le tomó veinte años volver al tema.
Constató que el consuelo era universal entre los grandes primates, pero que se encontraba prácticamente ausente entre los monos -entre los macacos, las madres ni siquiera tranquilizan a un infante herido. Para consolar a otro, dice De Waal, se necesita empatía y un nivel de autoconciencia que sólo los primates y humanos parecen poseer. Y la consideración de la empatía lo llevó rápidamente a explorar las condiciones de la moral.
Aunque la moral humana puede terminar en nociones sobre derechos y justicias y finas distinciones éticas, De Waal dice que empieza con la preocupación por los otros y la comprensión de las reglas sociales que regulan el trato que se da a otros. Los primatólogos han demostrado que a este nivel más bajo existe lo que ellos consideran que es una importante yuxtaposición entre la conducta de la gente y la de otros primates sociales.
La vida en sociedad requiere empatía, lo que es especialmente evidente en los chimpancés, así como mecanismos para poner fin a las hostilidades internas. Todas las especies de primates y monos tienen sus propios protocolos de reconciliación después de las peleas, según ha descubierto De Waal. Si dos individuos no logran reconciliarse, a menudo la hembra chimpancé reunirá a los rivales, como si comprendiera que la discordia estorba la comunidad y la hace más vulnerable a los ataques de los vecinos. O impedirán una pelea quitando las piedras de las manos de los rivales.
De Waal cree que estas acciones son emprendidas en función del bien superior de la comunidad, en contraste con las relaciones entre personas, y son un significativo precursor de la moral en las sociedades humanas.
Los macacos y chimpancés tienen un bosquejo de orden social y reglas de conducta deseada, la mayoría de ellas relacionadas con la naturaleza jerárquica de sus sociedades, en las que cada miembro conoce su sitio. Los jóvenes macacos aprenden rápidamente cómo comportarse, y de vez en vez son mordidos, en un pie o mano, como castigo. Otros primates también tienen una idea de reciprocidad y honestidad. Recuerdan quién les hizo favores, y quién actuó mal con ellos. Es más probable que los chimpancés compartan el alimento con los que se han cuidado entre ellos. Los monos capuchinos muestran descontento si reciben una recompensa menor que un colega por realizar la misma tarea, como por ejemplo un pedazo de pepino en lugar de una uva.
Estos cuatro tipos de conducta -empatía, la capacidad de aprendizaje y la obediencia de reglas sociales, la reciprocidad y la reconciliación- son la base de la sociabilidad.
De Waal cree que la moral humana surgió de la sociabilidad primate, pero con dos niveles de sofisticación extra. La gente implementa los códigos morales de sus sociedades de manera mucho más rigurosa con recompensas, castigos y la construcción de prestigio. También aplican un cierto grado de juicio y razón, que no tienen paralelo en los animales.
La religión se puede ver como otro ingrediente especial de las sociedades humanas, aunque emergió miles de años después de la moral, en opinión de De Waal. Existen claros antecedentes de moral en los primates no humanos, pero no precedentes de religión. Así que parece razonable asumir que a medida que los humanos evolucionaron alejándose de los chimpancés, la moral emergió primero, seguida por la religión. "Creo que la religión es un agregado reciente", dijo. "Su función puede tener que ver con la vida social, lo mismo que la implementación de las reglas y de una justificación, que es lo hacen las religiones".
Según lo ve De Waal, la moral humana puede estar severamente limitada por el hecho de que evolucionó como un modo de unirse contra los adversarios, con restricciones morales observadas solamente entre los miembros del grupo, no hacia los extraños. "Es profundamente irónico que nuestro logro más noble -la moral- tenga vínculos evolucionarios con nuestra conducta más infame: la guerra", escribe. "El sentido de comunidad exigido por la primera lo proporcionaba la última".
De Waal ha hecho frente a muchos críticos en la biología evolucionaria y la psicología en el desarrollo de sus puntos de vista. El biólogo evolucionario George Williams desechó la moral considerándola simplemente como un producto secundario accidental de la evolución, y los psicólogos objetaron que atribuyera estados emocionales a los animales. En el curso de muchos años, De Waal convenció a sus colegas de que el tabú de inferir estados emocionales era una limitación poco razonable, dada la continuidad evolucionaria esperada entre humanos y otros primates.
Su última audiencia son los filósofos morales, muchos de los cuales están interesados en su trabajo y en el de otros biólogos. "En departamentos de filosofía, hay un número cada vez más grande de gente que presta atención a lo que tienen que decir", dice Gilbert Harman, profesor de filosofía de la Universidad de Princeton.
El doctor Philip Kitcher, profesor de filosofía en la Universidad de Columbia, aprueba el enfoque empírico de De Waal. "No tengo ninguna duda de que hay patrones de conducta que compartimos con nuestros parientes primates que son relevantes en nuestras decisiones éticas", dijo. "Los filósofos ha sido seducidos siempre por el sueño de un sistema ético completo y terminado, como las matemáticas. Yo no creo que sea así, de ninguna manera".
Pero la ética humana es considerablemente más complicada que la simpatía que ha descrito De Waal en los chimpancés. "La simpatía es la materia prima con la que se construye un conjunto más complicado de normas éticas", dijo. "En el mundo real, nos enfrentamos a personas diferente que pueden gozar de nuestra simpatía. Y la razón de ser de la ética es decidir a quién ayudar, por qué y cuándo".
Muchos filósofos creen que el raciocinio consciente juega un importante papel a la hora de controlar la conducta ética humana y por eso no se muestran dispuestos a admitir que todo provenga de las emociones, como la simpatía, que es evidente en los chimpancés. El elemento de moral imparcial proviene de la capacidad de razonar, escribe Peter Singer, un filósofo moral de Princeton, en ‘Primates y filósofos'. Dice: "La razón es como una escalera mecánica: una vez que nos subimos a ella, no podemos bajarnos sino cuando llegamos a destino".
Esa era la opinión de Emanuel Kant, observó Singer, que creía que la moral debía basarse en la razón, mientras que el filósofo escocés David Hume, admirado por De Waal, sostenía que los juicios morales procedían de las emociones.
Pero biólogos como de Waal creen que la razón entra en juego generalmente sólo después de que se ha alcanzado una decisión moral. Sostienen que esa moral evolucionó en una época en que la gente vivía en pequeñas sociedades recolectoras y a menudo tenían que tomar decisiones de vida o muerte instantáneas, sin tiempo para hacer evaluaciones conscientes sobre opciones morales. El razonamiento se producía posteriormente, como una justificación post hoc. "La conducta humana se deriva sobretodo de juicios emocionales, rápidos y autómatas, y sólo secundariamente de procesos conscientes más lentos", escribe De Waal.
Sin embargo, por más que celebremos la racionalidad, nuestra brújula son nuestras emociones, probablemente debido a que han sido modeladas por la evolución, en la visión de De Waal. Dice, por ejemplo: "La gente objeta soluciones morales que impliquen causarnos daños personalmente. Esto puede deberse a que la violencia personal ha sido sometida a un proceso de selección natural, mientras que las deliberaciones utilitarias no lo han sido".
Los filósofos tienen otra razón por la que los biólogos, en su opinión, no pueden llegar al corazón de la moral, y es que los análisis biológicos no pueden cubrir la brecha que hay entre el ‘ser' y el ‘deber ser', entre la descripción de una conducta y el problema de si es moralmente mala o buena. "Puedes identificar algún valor que defendemos, y contar una historia evolucionaria sobre porqué lo aplicamos, pero existe siempre la pregunta radicalmente diferente de si debemos o no implementarlo", dice Sharon Street, un filósofo moral de la Universidad de Nueva York. "Eso no descarta la importancia de lo que están haciendo los biólogos, pero muestra por qué siglos de filosofía moral son también terriblemente relevantes".
Jesse Prinz, profesor de filosofía de la Universidad de Carolina del Norte, permite todavía menos a los biólogos. Cree que la moral se desarrolló después de que hubiese terminado la evolución humana y que los sentimientos morales son configurados por la cultura, no por la genética. "Sería una falacia asumir que se puede identificar una sola moral verdadera en lo que hacemos instintivamente, antes que en consideraciones sobre lo que debemos hacer", dice. "Uno de los principios que deben guiar una sola moral verdadera debe ser el reconocimiento de la dignidad de todos los seres humanos, y eso parece no tener precedente en el mundo animal".
De Waal no acepta la opinión de los filósofos de que los biólogos no pueden pasar del ‘ser' al ‘deber ser'. "No estoy seguro de lo realista que sea la distinción", dice. "Los animales tienen un ‘deber ser'. Si una cría es sorprendida en una pelea, la madre debe levantarse y defenderla. O cuando hay alimentos por compartir, los animales se presionan unos a otros, lo que constituye un primer tipo de situación ‘debida'".
La definición de moral de De Waal tiene los pies más cerca de la tierra que la de Prinz. La moral, escribe, es "un sentido del bien y del mal que nace de sistemas grupales de manejo de conflictos basado en valores compartidos". Los fundamentos de la moral no son conductas agradables o buenas, sino más bien la capacidad mental y social para construir sociedades " en las que los valores compartidos canalicen la conducta individual mediante un sistema de aprobación y rechazo". En esta definición, en su opinión los chimpancés poseen algunas de las capacidades de conducta incorporadas en nuestros sistemas morales.
"La moral está firmemente anclada en la neurobiología, como todo lo demás que hacemos o somos", escribió De Waal en su libro de 1966, ‘De buenas maneras' [Good Natured]. Los biólogos ignoraron esta posibilidad durante muchos años, creyendo que debido a que la selección natural era cruel y despiadada, sólo podía producir personas con las mismas cualidades. Pero esto es una falacia, en opinión de De Waal. La selección natural favorece a los organismos que sobreviven y se reproducen, por cualquier medio. Y ha creado personas, escribe en ‘Primates y filósofos' con "una brújula para hacer opciones vitales que tomen en cuenta los intereses de toda la comunidad, que es la esencia de la moral humana".
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