El caos tras la retirada de las tropas de EEUU de Afganistán

Dmitri Kósirev
RIA Novosti
01/04/10

A primera vista, las conversaciones se caracterizaron por su tono amistoso, relajado y la buena sintonía política... Como siempre en estos casos, cualquier parecido con la realidad hubiera sido pura coincidencia, porque la capital de los Estados Unidos fue el escenario de tensas negociaciones sobre asuntos muy delicados, de trascendencia global.

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Y es que la agenda real de las reuniones no invitaba al relax: el circuito del opio y heroína, con su mayor suministrador mundial, Afganistán, y sus permeables países fronterizos; la presencia rusa en Asia Central y el futuro de las relaciones entre EEUU e India. Este último fue el tema número uno, ya que cimentar un buen entendimiento entre estos dos países es vital para futuro de todo el entramado geopolítico de la región y, por proyección, del mundo.

La delegación paquistaní estuvo encabezada por el general Ashfaq Pervez Kiyani, flamante Jefe del Estado Mayor General del Ejército pakistaní y figura clave en Pakistán, posiblemente, de un mayor peso político que el presidente y el primer ministro; que estuvo acompañado por el titular de Defensa, Ahmed Mukhtar, y el ministro de Asuntos Exteriores, Sha Mehmood Qureshi.

EEUU y Pakistán sostienen lo que se ha venido en llamar diálogo estratégico desde hace ya dos años, desde que Barack Obama ocupó el sillón presidencial. Altos cargos militares de EEUU han realizado visitas oficiales regulares a Islamabad (y también a Nueva Delhi). Las recientes conversaciones en Washington culminan este proceso.

Todas estas idas y venidas tienen su origen en el comienzo del mandato de Obama. El presidente estadounidense puso todos los recursos necesarios para elaborar una estrategia efectiva en la entonces vertiente prioritaria de su política exterior. Esto se tradujo en un notable aumento del contingente militar de EEUU en Afganistán. Esos eran los hechos, las apariencias. Los objetivos de largo alcance, en ese momento, eran desconocidos.

Ahora ya no lo son. El mandatario estadounidense quiere retirar sus tropas. Quiere que sea Afganistán el que cargue con las consecuencias de la guerra. Que el caos y la tragedia sea responsabilidad de este país y, por efectos colaterales, de sus países vecinos, a los que se puede incluir a Rusia y China. EEUU aumentará drásticamente sus tropas en Afganistán, lanzará una amplia ofensiva de castigo, para retirarse dentro de un año y tres ó cuatro meses si no pasa nada raro.

De esta forma, Afganistán, Pakistán ya saben a qué atenerse. Recibirán una herencia de guerra constante contra el extremismo, el terrorismo y las mafias, con el agravante de su situación de países pobres, con un poder débil y desestructurado, incapaz de controlar toda la geografía nacional.

El diálogo estratégico celebrado en Washington no fue más que una negociación sobre las ganancias de Pakistán, sobre los despojos que le quedarán, tras la retirada de las tropas de EEUU.

Recordemos que Pakistán siempre estuvo en contra de la intervención de EEUU y la OTAN en Afganistán en respuesta a los ataques terroristas del S-11. Pero nadie lo atendió. Es más, se oyeron incluso amenazas de bombardear Islamabad no dejando piedra sobre piedra en caso de Pakistán se negara a apoyar aquella campaña. Pero esto ya fue hace mucho...

Hoy, no es que Pakistán esté encantado con las perspectivas que se le presentan. Si, esta vez su opinión ha sido considerada, pero... La delegación pakistaní llevó a Washington una amplia lista de 56 páginas con todo lo que necesitaría el país para sobrevivir tras la retirada del contingente militar de EEUU. De facto, es una factura por unos 35.000 millones de dólares por la participación pakistaní en la guerra, incluidas las recientes operaciones militares contra sus propios extremistas que estaban en la retaguardia de la guerrilla Talibán afgana.

Durante todos estos años, EEUU ha estado destinando recursos para Islamabad, recursos que eran préstamos con intereses. En este sentido, uno de los puntos importantes de las conversaciones fue la posibilidad de condonar esta deuda. Otro de los temas que interesaron a Pakistán fue la posibilidad de firmar un tratado de desarrollo de un programa de energía nuclear con EEUU, como el que los estadounidenses tienen suscrito con la India.

El nombre de la India sonó con frecuencia durante el encuentro. Islamabad espera que Washington apoye su postura en el diálogo con la India, incluyendo el contencioso territorial por el antiguo principado de Cachemira, de población mayoritariamente musulmana, que pertenece actualmente a la India. Asimismo, Pakistán también desea que EEUU impida a la India reforzar su influencia en Afganistán.

Hubo peticiones de menor importancia que ya han sido satisfechas: un plan de ayuda financiera a cinco años por un valor de US$7.500 millones, el pago de los US$1.000 millones asignados para la lucha contra los guerrilleros y que aún no han sido transferidos, otros US$125 millones para el desarrollo de la energía no atómica.

Una gota en el mar, para un país como Pakistán que vive al borde de la catástrofe económica. Una suma ridícula que no le ayudará a controlar la situación tras la retirada del contingente estadounidense.

Por supuesto, todos los asuntos relacionados con India quedaron sin solución. Son temas delicados y con demasiadas aristas. Por lo que respecta a la estrategia de EEUU en Afganistán, hay que señalar que, en esta ocasión y sin que sirva de precedente, Pakistán e India coinciden en su rechazo, aunque por motivos diferentes. Esta estrategia prevé devolver el poder en Afganistán a los enemigos jurados de Kabul, a los talibanes, que aparentemente se han civilizado y están dispuestos a cambiar sus formas de comportamiento. Quizás, esta sea una decisión lógica, pero supone un obstáculo para la India, porque favorece el crecimiento de la influencia de Pakistán en esta zona. Islamabad, por su parte, con esta medida, puede ver fortalecido el movimiento talibán en su país.

Resulta paradójico, pero los arquitectos del movimiento Talibán fueron fuerzas de seguridad y militares paquistaníes... Ahora, es posible que tanto Kabul como Islamabad tengan que establecer lazos de amistad con los talibán, en vez de esforzarse por controlar sus acciones.

Pero en tierra de nadie está la India. Ellos no tienen ningún movimiento talibán y, sin embargo, han sido objeto de varios atentados terroristas de grupos llegados de Pakistán. Solo en la última masacre de Bombay, en noviembre de 2008, murieron 188 personas.

India ha hecho varios intentos de explicar a la nueva Administración de EEUU que su estrategia es incorrecta y que sería necesario aplicar otra política. En vano. El gobierno de Barack Obama siempre ha escuchado con atención estas objeciones, pero EEUU no quiere continuar la guerra en Afganistán, ya no puede controlar el país y, de paso, a Pakistán. Es cierto que no fue su gabinete el que inició esta guerra, sino el de Bush, y que el escenario de la retirada de Afganistán no es el mejor posible. De esta forma, EEUU empeora la situación y sus relaciones con Pakistán, la India, China y con casi todos los países de la región. Que a Obama no le quede otro remedio es poco consuelo, para él y, sobre todo, para los demás.

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