Argentina: ¿Dónde están los chicos perdidos?

Jorge Lanata
Crítica Digital
10/11/08

Hasta octubre desaparecieron 562.

Sofía Herrera lleva 43 días fuera de su casa. Missing Children asegura que son más.

De un lado, hay nada. Del otro, números: Sofía Yasmín Herrera lleva 43 días sin aparecer; falta poco más de un mes para que cumpla cuatro años, el expediente tiene tres mil fojas, cinco cuerpos y 18 incidentes, hay 19 teléfonos intervenidos por la SIDE que se monitorean a diario, hubo 50 allanamientos en todo el país, hay 40 policías de Tierra del Fuego dedicados sólo a este caso, se hicieron 220 kilómetros de rastrillaje en la ruta que une Río Grande a Ushuaia. El de Sofía es uno entre los 562 casos de chicos desaparecidos a octubre de este año. Enfrente hay nada; ésta es una historia con final abierto, un testigo sorprendente, sospechosos a la vuelta de cada esquina y diez minutos fatales: los diez minutos que los Herrera perdieron de vista a su hija, un domingo, en un parque del Fin del Mundo.

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–El caso de Sofía es la segunda mejor búsqueda de la Argentina después de Julio López, en cuanto a despliegue y colaboración de la gente –le dijo Juan Carr, titular de Red Solidaria, a Crítica de la Argentina. Las búsquedas son intensas, pero ninguno de los dos apareció.

ESE DOMINGO. El primer domingo de la primavera los Herrera se levantaron temprano: a las nueve menos cuarto. María Elena se protegió del sol tratando de adivinar la pantalla del celular y le envió un mensaje de texto a Paloma: ¿vamos a comer un asado?

Quedaron en verse en la estación de YPF. Madre al fin, María Elena pensó que podría refrescar y le preparó una muda de ropa a Sofía. Después cargó con algunos juguetes. Fabián ya había puesto en marcha la Meriva gris modelo 2004. Padre, madre e hija compraron carne en el supermercado y esperaron a la pareja amiga en la estación de Islas Malvinas al ocho- cientos. Fabián tomó allí algunas fotos de Sofía sin saber que serían las últimas. Al rato llegó el Ford Fiesta de Silvio Giménez y Noemí “Paloma” Ramírez, con sus hijos Shirley, de dos años, y Edgar, de nueve. En el asiento de atrás se acomodaba Néstor, de seis años, hermano de Paloma y protagonista involuntario de esta historia.

Sobre la marcha decidieron cambiar su destino: llegar hasta el campo La Antena los haría atravesar kilómetros y kilómetros de tierra y pozos, con María Elena embarazada de seis meses. Mejor ir al camping John Goodall, en la ruta 3, a 57 kilómetros de Río Grande. A las 11.30 los dos autos cruzaron la tranquera y pagaron 15 pesos cada uno al encargado del lugar, Alberto Urrutia.

Después lo de siempre: los hombres descargaron las cosas, las mujeres comenzaron a ordenar y finalmente los dos padres y los cuatro chicos se fueron de expedición a buscar leña: llegaron a caminar unos cuatrocientos metros y ésa fue la última vez que vieron a Sofía. Fabián y Silvio se adelantaron y mientras escuchaban a los chicos riéndose a lo lejos bajaron una barranca de unos cuarenta metros. Cuando vuelven a subir, a los diez minutos, sólo ven a Edgar y a Shirley jugando, e imaginan que Sofía y Néstor habían vuelto donde estaban las mujeres. Pero de pronto aparece Néstor, solo.

–¿Dónde está Sofía? –le pregunta minutos después María Elena a su esposo.
–¿No estaba con vos? –le dice Fabián.

Recién al día siguiente, ante la Justicia, Néstor relatará que vio cuando se la llevaban, que se lo dijo a su hermana, Paloma, pero que nadie lo escuchó. Paloma lo niega.

El camping John Goodall es un rectángulo de dieciséis hectáreas cubierto de lengas, sin peñascos, ni ríos, ni salida al mar. El perímetro está cercado con alambres de púa. Ellos eran los únicos que estaban ahí.

EL HOMBRE DE LA CARA ENOJADA. A las 10.40 del día siguiente Néstor Ramírez, de seis años, relató en sede judicial que alguien se llevó a Sofía: “Mientras buscábamos leña vi que Sofi se escondió detrás de un árbol, y luego detrás de otro. Fuimos para un lado donde había un campito grande que no tenía nada de árboles y de repente apareció un hombre vestido de negro, joven, que atrapó a Sofi, le tapó la boca, la levantó y la llevó a su auto. El auto era un Gol de dos puertas gris, y tenía una parte blanca y otra negra en el vidrio de adelante. Adentro del auto había un perro boxer, marrón claro y un poco del pecho era blanco. El boxer estaba sentado en el asiento de atrás. El hombre subió a Sofi al auto”.

Néstor asegura que mientras el hombre atrapaba a Sofía él fue corriendo hasta el auto y se asomó para ver qué había adentro: recuerda al boxer y a “las luces del tablero, que eran azules”. Y también que “el caño de escape tenía como agregado una partecita más que era la que hacía ruido... ruuummmm”.

El relato del chico, demasiado preciso, despertó suspicacias en los investigadores. Le hicieron “rueda de reconocimiento” de autos: mezclaron un Gol con un Corsa, Peugeot 206, Palio, etc. Y lo identificó.

Hicieron “rueda de perros” y también la superó.

–¿Querés decir algo más? –le preguntaron.
–El hombre que se llevó a Sofi tenía cara enojada. A todos lados llevaba cara enojada.
–¿Por qué decís “a todos lados”?
–El hombre estaba con cara enojada en otra parte. En el kiosco San Juan, que queda enfrente de la Escuela de Comercio, en Chacra, donde hay un patio.

Los fiscales Fernando López Robbio, Guillermo Garona y Cecilia Incardona volvieron a escuchar a Néstor el 30 de septiembre y el primero de octubre:

–El hombre tenía toda la cara negra y la ropa negra. Adentro del auto tenía todo un lujo, todo limpito, sin nada de papeles.
–¿Cómo era la cara negra?
–Como la de los esclavos en la televisión.

De inmediato le muestran imágenes de internet. El chico quería decir “tez tostada”.

–El hombre tenía en el cuello un tatuaje de dragón.
–¿Cómo estaba vestido?
–Remera negra con un dibujo que no me acuerdo, era un señor con un hacha, y pantalón negro y zapatillas negras.
–¿Cómo sabés que el auto era un Gol?
–Porque conozco los Gol, también los Corolla, mi mamá tiene uno. Y la Kangoo, porque Aldo (hermano) tiene una.

El informe psicológico hecho por Luis Camargo, Analía Surt (Policía de Tierra del Fuego) y María Alejandra Colucci (División Delitos contra Menores de la Policía Federal) descartó cualquier tipo de psicosis o patología infanto-juvenil grave, afirma que “posee una inteligencia de tipo práctica que le permitió subsistir a su entorno familiar (padre alcohólico, madre con retraso madurativo) y que no se aprecian en el niño “motivaciones para declarar en falso”.

Néstor es, hasta ahora, el único testigo.

–La primera declaración es lo que realmente vio –le dijo a Crítica de la Argentina uno de los investigadores–. Lo que no se puede establecer es si lo vio ese día.

Los precisos detalles de Néstor completaron un identikit, y los perros le dieron la razón: durante el peritaje en el camping se largaron perros en distintos sectores y todos coincidieron en “clavarse” en el mismo lugar, dentro de una franja de diez metros, el sitio donde, según Néstor, se llevaron a Sofía.

OTRAS VOCES, OTROS ÁMBITOS. Aquel domingo 28 de septiembre, a la noche, Esteban Stuardo preguntó, en un paso fronterizo, si había novedades sobre Sofía.

–Soy su padrino, yo estuve con ella hoy temprano –les dijo a los policías.

Cuando le toman declaración Stuardo dijo que era ayudante de albañil, chileno, y que esa tarde había ido a pescar cerca del camping con su amigo Juan Carlos Mena. Mena, ante la requisitoria policial, dijo que nunca había estado. El primero de octubre Stuardo volvió a declarar: le dijo al juez que estaba borracho, y cuando le preguntaron por qué mentía simplemente se largó a llorar. Stuardo tenía una mordida reciente de una nena en el antebrazo. El dentista de Sofía comparó las placas de dentadura con las huellas y no coincidieron.

José Vicente Aguilar es el suegro de Stuardo, también chileno, albañil, y estuvo preso por abuso de un niño de cinco años. Lleva un año y medio en libertad.

–Se le dio vuelta todo, y no encontramos nada –dijo una fuente judicial a este diario.

Rubén Tolaba es el sospechoso para la querella: es jujeño y su rostro coincide 65% con el identikit. Tiene un boxer marrón con el pecho blanco. Esa mañana de primavera salió a pescar con Aguilar en su Chevette bordó. En rueda de reconocimiento, Néstor no lo señaló.

Alrededor de los padres, como en el caso de Madelaine, la niña desaparecida en Portugal, se tejieron cientos de hipótesis: la posibilidad de un ajuste de cuentas, la relación entre las dos parejas.

–Da la sensación de que el padre sabe algo más –confió una fuente vinculada con la causa.

Fabián quedó huérfano a los nueve años, en el seno de una familia humilde. Nació en Córdoba y hace catorce años que vive en Río Grande. Trabaja en Condorsed Argentina, una fábrica textil, donde hace turnos rotativos de 14 a 23 o de 21 a 6.30. Tiene tres hijos de un matrimonio anterior. María Elena llegó a Tierra del Fuego desde Caleta Olivia. Buscó a Sofía durante años, pero no podía quedar embarazada. La relación entre ambas era simbiótica: “Sofía está todo el día pegada a mí”. De hecho, la sacó del jardín de infantes Dominó porque no quería quedarse sola, y con las clases de danza sucedió lo mismo.

Hugo y Edith Gudiño, videntes, llegaron desde Córdoba esta semana. Se les pagaron los pasajes de avión y 1.500 pesos para gastos. Se fueron sin encontrar nada. Héctor Ceballos, practicante de radiestesia (adivina con un péndulo) le dijo a Elena que su hija estaba en una estancia de Río Grande. No hallaron nada. Ahora dice que está en Copacabana. El vidente Cirilo Herrera dijo que la chica fue raptada por un Fiat color rojo que ahora está en Catamarca. La bruja chilena Isabel Ávila aseguró que Sofía cayó por una grieta.

Desde la semana pasada interviene un grupo de elite que envió el Ministerio de Justicia de la Nación.

CHICOS PERDIDOS. Hasta octubre pasado se registraron 562 denuncias de chicos perdidos, según Missing Children. En la ONG se asegura que los casos son más porque sólo se contabilizan los que tienen pedidos de búsqueda de la familia. Desde el año 2000 hubo 3.526 denuncias, que evolucionaron del siguiente modo:

–Este año la cifra es récord –le dijo Lidia Grichener a Crítica de la Argentina–. Ahora, nosotros no podemos decir si es porque desaparecen más chicos o porque se conocen más casos.

De las 3.526 denuncias aún no se encontraron 138 (4%), el caso de 108 chicos se cerró por diversos motivos, se encontraron 3.280 (93%), de los cuales 54 estaban muertos y 3.225 con vida.

El siguiente cuadro muestra las razones vinculadas con su desaparición:

–La clave es no cesar nunca en la búsqueda –asegura Juan Carr–.

Eso sirve para que finalmente hablen los que saben algo. Sofía Herrera lleva cuarenta y tres días sin aparecer. El 30 de diciembre cumple cuatro años.

Investigación: J L/Jésica Bossi

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