Entre mitos y realidades, costarricenses votarán sobre el TLC

Amílcar Morales, Prensa Latina (27-09-2007)

La sociedad costarricense trata de desbrozar hoy los mitos de las realidades en torno a un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, cuyo destino se decidirá en las urnas mediante un referendo el próximo 7 de octubre.

A diferencia del resto de Centroamérica y República Dominicana, donde se ignoró la resistencia popular a este tipo de acuerdos, Costa Rica será el primer país en someter a escrutinio la ratificación del pacto firmado con Washington en 2004.
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Unos dos millones 700 mil ciudadanos responderán sí o no a la pregunta sobre la aplicación del convenio, cuyas implicaciones rebasan los aspectos comerciales y podrían poner fin a toda una época de la vida nacional.

Desde que en 1949 una revolución social creó el denominado "Estado Benefactor", los habitantes de este país centroamericano disfrutan de una serie de garantías sociales y una estabilidad política y económica envidiables para sus vecinos del istmo.

Si bien muy erosionados por las prácticas neoliberales de los últimos 20 años, algunos beneficios aún permanecen en áreas tan sensibles como la educación, la salud, programas de vivienda y varios servicios públicos que siguen en manos del Estado.

La cuestión es, ¿qué pasará con ellos luego de los resultados que emanen de la consulta popular?

Los seguidores del SI, encabezados por el gobierno de Oscar Arias y su partido Liberación Nacional, aliado con el Movimiento Libertario, evaden una respuesta clara a esta interrogante.

Su campaña, en la cual han invertido varios millones de dólares, está más centrada en los supuestos daños a la economía nacional en caso de rechazarse el acuerdo, que en los beneficios a obtenerse si resulta aprobado.

Según ellos, el impacto del NO se traduciría en la pérdida inmediata de empleos, la caída de las exportaciones y una drástica reducción de la inversión extranjera directa, todo lo cual conduciría a una crisis de impredecibles consecuencias.

Los costarricenses -afirman- perderán lo poco que aún tienen en materia social y política, si se atreven a rechazar el TLC.

Por su parte, los que buscan el NO intentan desmontar uno a uno estos mitos con un trabajo de hormiga, casa por casa, cantón por cantón, en reuniones de barrio, asambleas sindicales y, en ocasiones, desde los púlpitos religiosos.

Carentes de recursos económicos, han logrado la proeza de empatar en las últimas encuestas con los seguidores del SI en base a una táctica sencilla, pero eficaz: hacer que las personas miren a su alrededor antes de decidir su voto.

Luego de 13 años de "libre comercio" con Estados Unidos -explican- la economía mexicana se estancó, el pequeño y mediano productor agrícola desapareció del mapa y el poder adquisitivo real del país es apenas una cuarta parte del de sus vecinos del norte.

En El Salvador durante 2006, ya con el acuerdo vigente, las exportaciones a Estados Unidos disminuyeron 2,5 por ciento, pero las importaciones aumentaron 5,3 y el déficit comercial creció al pasar de 872 millones de dólares a mil 80 millones.

Mirándolo con mayor detenimiento, las compras al mercado norteamericano fueron en su mayor parte de carne y pollo procesado, lácteos, granos y arroz, productos de los cuales viven miles de familias salvadoreñas que están quedando fuera del mercado.

En México y El Salvador, un resultado claro de la aplicación del TLC fue la pérdida neta de empleos y exportaciones, y no al revés.

Sobre la pretendida fuga de inversión extranjera, el profesor universitario Paulino Vargas Solís responde de manera palmaria que luego de más de tres años de oposición al tratado en Costa Rica, este rubro no hace sino crecer continuamente.

De 460 millones de dólares captados en 2001 con ese destino, la cifra se disparó a mil 410 millones en 2006, tendencia diametralmente opuesta a lo ocurrido en los países que sí ratificaron el convenio con Estados Unidos.

No hay, según Vargas, evidencias de que decir NO al TLC vaya a desmontar el modelo de vida en Costa Rica, sino más bien las amenazas vienen de un convenio para atar al país al consenso de Washington y su política exterior y de seguridad regional.

En todo caso, serán los propios costarricenses quienes decidirán sobre su futuro inmediato este 7 de octubre, en una opción que se espera esté alejada de mitos y temores y sea lo más reflexiva y profunda posible.

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