Un avión se estrelló en Brasil. ¿Qué nos dice acerca del 11-S?

18/07/07
El Clarín

El vuelo de TAM llegó de Porto Alegre. Patinó en la pista mojada, chocó un depósito y una estación Shell y estalló.



Comentario SDLT: Queridos lectores. Al leer esta noticia, les proponemos que tengan en cuenta lo que sucedió el 11 de septiembre del 2001 en los Estados Unidos, y que comparen los daños ocasionados por este avión y el supuesto Boeing 757-200 que chocó contra el Pentágono (Para ello, puede mirar este video imperdible). Curioso, ¿verdad?
Si desea enterarse de lo que realmente sucedió en los Estados Unidos, no se pierda este artículo. Próximamente también saldrá a la venta la traducción al español del libro 911, The Ultimate Truth, the Laura Knight-Jadczyk y Joe Quinn.


Cuando todavía resuenan los ecos del último accidente de un avión comercial en Amazonas, una nueva catástrofe aérea se abatió sobre Brasil. Una Airbus 320 de TAM, con 176 personas a bordo, derrapó de la pista al aterrizar en el mayor aeropuerto brasileño: Congonhas. No pudo frenar y en su deslizamiento cayó 30 metros hasta la avenida Washington Luis (una autopista similar a nuestra General Paz) y chocó contra una estación de Shell del otro lado del aeropuerto y un depósito de la propia compañía y estalló. La máquina había despegado en Porto Alegre (capital de Río Grande del Sur) a las 17,16. Y tocó la pista a las 18,45. A medida que avanzaba la noche se informó que no habría sobrevivientes entre los viajeros.

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El gobernador de San Pablo, José Serra dijo que la chance de sobrevivientes "es casi cero. Había 1.000 grados dentro". El jefe de bomberos Manuel Antonio da Silva calculó en al menos dos centenares los muertos.

Entre las posibles víctimas se encuentra un encumbrado dirigente de la oposición: el diputado federal Julio Redecker, del Partido Socialdemócrata de Brasil. Es líder de su bancada en la Cámara baja. Poco después de entrar en colisión con el puesto de combustibles se escucharon tremendas explosiones. Las llamas empezaron a desparramarse por el barrio y según contaban vecinos próximos al foco del fuego, el edificio de TAM anoche estaba reducido a cenizas. En declaraciones a la prensa, aterrorizada, Lúcia Netelier que trabaja cerca del aeropuerto atinó a relatar: "Oí un gran estruendo y de pronto vi el resplandor". Era la enorme fogata que poco después derribó las oficinas de la compañía donde trabajan 300 personas. Malu Gualberto, de 53 años, estaba anoche en las inmediaciones del aeropuerto buscando a su marido, que es gerente de la compañía aérea. Por el horario del choque se puede pensar que al menos la mitad de los empleados todavía debían encontrarse en el lugar. Según los testigos, anoche a las 21 las 46 autobombas de bomberos en el lugar no habían extinguido el incendio.



Antes de este desastre hubo al menos dos hechos anticipatorios. Hace dos semanas, una aeronave de TAM y otra de Gol chocaron sus alas en Congonhas. Antes de ayer fue peor: una máquina de la empresa Pantanal, procedente del interior de San Pablo salió de la pista de Congonhas momentos después de aterrizar. Infraero, la empresa brasileña de infraestructura aeroportuaria, no pudo explicar qué había causado ese "problema".

Las autoridades de esta estatal comentaban que las pistas habían sido reformadas recientemente para evitar precisamente ese tipo de situaciones. La Fuerza Aérea brasileña prometió ese día investigar qué defectos podían haber provocado la patinada. Llegaron a sostener que podía tratarse de "falta de pericia" del piloto o un defecto de la aeronave. Sin embargo, también se mencionó en ese momento que podía haber deficiencias en la reconstrucción de las pistas. Al parecer, sin canaletas suficientes para desagotar el agua, y con una fuerte lluvia que se desplomó sobre la capital paulista, la aeronave de Pantanal no consiguió frenar y terminó en la franja de pasto lateral.

Ayer, se repitió el problema. Pero si el lunes no tuvo consecuencias, ayer fue una tragedia. Aun no se sabe el número de víctimas, entre heridos y muertos. Pero un cálculo inicial debe contemplar que a los 176 pasajeros deberían sumarse varios de los empleados de la estación de la Shell y del edificio de TAM.

Poco después del cataclismo aéreo, el presidente Lula da Silva montó un gabinete de emergencia. Para el Palacio del Planalto el desastre adquiere proporciones mayúsculas. Hace exactamente 9 meses, un avión de Gol con 154 viajeros cayó en el límite entre los estados de Mato Grosso y Pará. Se había estrellado en el aire a 11.000 metros de altura con una máquina pequeña Légacy que viajaba a Estados Unidos. A partir de ese momento se desató un infierno aéreo en todo Brasil: atrasos y cancelaciones de vuelos se volvieron moneda de todos los días, en un país donde sus dimensiones continentales reclaman en estos tiempos un aceitado funcionamiento de la red aérea nacional.

Ahora sobreviene este nuevo accidente que pone en ascuas la política aérea del gobierno. Sobre todo porque la empresa Infraero, responsable de la construcción de pistas, de su mantenimiento, como de todas las otras instalaciones aeroportuarias, es del Estado nacional. La culpa en última instancia es altamente probable que recaiga sobre Brasilia.

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